上海


Shanghái, "la ciudad más europea de China", el hormiguero de expatriados, el escaparate de glamur y exotismo, el plano en braillle del colonialismo, la arquitectura vanguardista de estatura ostentosa.

Si me preguntan, diré que me supo a plástico, a decorado en 2D, a precios descarados y tan gratificante como masticar All-Bran.
También cabe la posibilidad de que me atontara el tren Maglev a 436km/h a primera hora de la mañana, que el chirimiri no cesara en toda la tarde a orillas del Bund e hiciera mella en nuestros huesos y nuestra paciencia.

Shanghai no es China, que no se empeñen. La ciudad hoy en día no es más que una urbe de orientalismo descafeinado fabricada a la medida del errático criterio y capricho comercial de cuantos occidentales se afincaron allí a partir del siglo XIX. La Concesión Francesa es un barrio feo, por mucho que tenga un H&M, algún casoplón, relucientes oficinas de acero y cristal y embajadas rodeadas por vallas de cuatro metros de altura. Caminamos un buen rato, plano en mano, intentando buscar algo que valiera la pena ver... y en cierto modo lo encontramos:


La dosis justa de chovinismo y cruasanes calentitos materializada en un único establecimiento. Dios bendiga las franquicias.

Entre los vestigios chinos que resisten están los jardines Yuyuán y alrededores (uno no puede perderse el puesto junto al puente en zigzag que vende gorriones fritos) y el mercado de aves e insectos. Con éstos últimos se dice que hacen peleas y apuestas por el bicho ganador (más económico que los galgos o los caballos...). En las inmediaciones también hay un mercadillo de antigüedades; me enamoré de una gramola, pero dudo que la hubieran aceptado como equipaje de mano.

Hasta llegar a Shanghai, ningún chino me había negado posar para una foto, pero el broncón que me echaron las viejas por preguntar si podía fotografiar los chuletones que pendían de los dinteles fue de órdago. ¿Acaso sería carne de can o de minino? En fin, mi foto la conseguí, pero a 50 metros y con zoom digital. Ahora, que no la publico porque las viejas tenían cara de ser de 3G y Android fijo. No tentemos al demonio.

Como curiosidad, el ice bar en el que hacía menos frío que en la calle, y que encontramos por casualidad volviendo al hostal, a la orilla del río y con chupitos a precio de oro (70 RMB)


Nosotros nos alojamos en el Bee Hostel, Pudong 浦东, en cuyo bar sonaba en bucle el CD con los grandes éxitos de Bob Marley. I shot the Sheriff en el desayuno, en la merienda y en la cena... no ganamos para tiros.

No muy lejos, en el mismo frenético barrio,
el edificio “abrebotellas” y “el Pirulí falso” se erigen rodeados de grúas, entre otras las que erigirán la torre de la Expo 2010, que se prevé que sea la más alta del mundo hasta que las grúas vecinas se piquen y fabriquen otro monstruo.

Cuando uno se sube al Observatorio en la 88.ª
planta de la torre Jinmao 金茂大厦 imagina lo que siente el astronauta al divisar una pelota azul suspendida a lo lejos. Con la nariz pegada al frío cristal quedé hipnotizada por la vista y me sentí muy, muy hormiguita. Diminutas lucecillas hasta donde abarcaba la vista, en todas direcciones, como una maqueta del LA de Blade Runner. Peliculera a fin de cuentas.



[Merci Alex pour les photos nocturnes]

Véro & Alex

(Ahora que vengan a contarme milongas sobre las bufandas y gorros que se parecen sospechosamente a un "miau-miau" pero no lo son...)

Comienza la aventura navideña con mis cuñados galos. ¡Han traído bombones y vino y QUESO DE VERDAD, síiiiiiiii!

La visita en Xi'an se puede resumir en: ruta gastronómica por Xi'an (noodle place, musulmán de East Gate y jiaozi de South Gate), degustación de té y centro comercial de tecnología SAGA, donde Alex se compró la Nikkon D90 con el 18-85mm tras arduas e interminables negociaciones de Jackie, nuestro coleguita chino que por supuesto no se llama Jackie sino Chaojie Wu (me encantan los nombres ingleses que se ponen a ellos mismos).

"Cultural Bridge"

A principios de diciembre, Mr Du irrumpió en clase para anunciarnos que preveían organizar un "festival de navidad" multicultural. ¡¡Alerta roja!! Pronuncias las palabras mágicas y mi cerebelo patina, me tiemblan las piernas y a lo Desmond Hume me transporto al salón de actos del colegio de monjas durante mi tierna infancia, a gatas, enfundada en un disfraz de oveja con el que sudaba tinta... china (simpática ironía).

Ver su cara no me hizo ni pizca de ilusión. Por su maldita culpa voy a tener que ir por cuarta vez a la oficina de inmigración y visados (la amabilidad hecha funcionariado) para renovar mi permiso de residencia. Y ahora que me venga con risitas y me proponga que cantemos Westlife a dúo, que me lo como.


Comienza a darnos la charlita propagandística. Afortunadamente empieza en chino y no me entero ni de la misa a la mitad. Cáspita, ahora sigue en inglés. Que si hay que aprovechar la graaaaaaan diversidad cultural de este año, que si actuaciones en vivo, que si los profes también participan (ya sabía yo que éste lo que quiere es cantar Westlife), que si recitales con instrumentos chinos, taichí, artes marciales, bailes folclóricos...

Y tras la paja de la introducción, la propuesta conjunta para nuestra clase: interpretar un clásico del pop chino, 朋友 /pengyou/ . Piden nuestra opinión y yo... me desmarco. I'm too old for this shit, pero en fino; sabía que por esas fechas llegarían Véro y Alex (mis cuñados), y probablemente estaría "en Shanghai" como muy cerca. Mira que soy bocazas. Liu y Du Jing se lían a hablar en chino otra vez. Me echan miraditas furtivas, seguro que se las prometen felices soñando con que voy a tocar las castañuelas y taconear... Se hace un silencio, yo sigo empanada y me preguntan cuándo me voy: el 28, respondo. "¡Muy bien! Pues el 26 presentas el festival." Coj... Vale. Me pillaron desprevenida, y dependo de ellos para poder quedarme en China dos meses más. No me gustaría emplear una expresión fea pero me tienen bien agarrada, no diré por dónde. Tragar saliva. Flashback a los años de EGB donde me endiñaban el papel de narradora. Yo que siempre tuve vocación de apuntador.

A partir de este punto, ensayos con Kevin y Tian Yuli (ella, lo mejor que me llevo), una visita a la tienda de alquiler de trajes frente a Drum Tower (ya me lo podían haber regalado), más ensayos y demasiadas frases en chino para la menda. Algo se revuelve en las tripas cuando flota en el ambiente semejante tensión. Unas ganas terribles de gritarles, ¡pero si es sólo un festival universitario, mierda! Pero no, en China no hay puesta en escena trivial, ni error sin deshonor. Tragar saliva 2.0.

Lo recuerdo todo como en una bruma. El aumento de decibelios en los aplausos la primera vez que abrí la boca se me subió a la cabeza y así el trance pasó deprisa. Jul no estaba allí para verlo, me esperaba con ellos en el musulmán. Todo quedó reducido a una experiencia agradable, siempre y cuando la cinta de vídeo que grabaron no salga a la luz jamás. Dicen que se perdió y yo sé de buena tinta que San Cucufato en Asia no tiene sucursal.



[Nota: el enlace lo añadí en abril 2009; en China NO hay acceso a Youtube]

Nochebuena

Movidón en Bacchus para coordinar y confirmar n.º de invitados, y de platos y de bebidas... y de echar cuentas (infiernooo).

Y la foto impensable se tomó esta noche:

Peace!

Dumpling party

Los 饺子/jiaozi/, esa ambrosía de los dioses a precio de caldo de pollo, son unos raviolis (generalmente de cerdo y verduras) cuyo secreto reside en la forma que se les da al cerrarlos con el fin de que no se abran durante la cocción.

Pese a que los chinos los hacen como churros, elaborarlos no es moco de pavo, motivo por el que la Oficina Internacional nos regaló un taller de dumplings (degustación incluida), en el marco de los cursos de cultura china.

La clase magistral se impartió en las aulas (ver el habitáculo que comparto con mongoles, kazakos y una ghanesa de 8h a 12h diariamente).


En la foto de arriba, a la izquierda, Liu /laoshi/, mi profa favorita. A la derecha, Du Jing (Mr. Du): un desastre administrativo encargado de las RR.II. con complejo de boyband (fan de "regalarnos" a capellas).

Airuna, Oskar, Sure, Naomi, Pudje, Akhmat, Maha, Bulgan, Sultan. Cada uno de su padre y de su madre. Entrañables.


En el cumpleaños de un natural de las Islas Granadinas esto es normal.

The New Campus


Desangelao. Frío, nuevo y donde cristo perdió el mechero. El aislamiento social forzoso del cuerpo estudiantil, perfecto para evitar distracciones, el sueño de todo decano.

También la muerte lenta del alma universitaria y caldo de cultivo de hikikomori.
Un arma más para aplacar rebeldías y reducir la juventud a una masa estólida, dócil.


西安城墙 (I)


La muralla de Xi'an, de 14km, rodea el centro de la ciudad y puede ser recorrida a pie, en bicicleta o en rickshaw.


Los fines de semana por la mañana no es raro ver a grupos de chinos maduritos que juegan a un tira y afloja con una cuerda de 10m de largo, yincanas, o karaoke espontáneo junto a South Gate (¿quién aporta el micro y la tele de 20kg con los subtítulos? Un misterio). Se puede hacer un tanto repetitiva, por lo que no es mala idea apearse por una de las rampas, y recorrer la "Ancient Street", plagada de puestos de artesanos de sellos ex libris, acuarelas, caligrafía (el pincel más grande tiene el tamaño de una escoba), paipáis y guerreros de terracota (gangas en función de tus habilidades para el regateo), así como utensilios de jade, de todo calibre y dudosa utilidad (no hay que perderse el "rodillo quita arrugas" ni la demostración de la vendedora).

Si estás buscando un hostal, es una zona apropiada, centrica y tranquila; no hay expatriado que se resista a los encantos de Park Qin, un clásico (¡en esta ciudad no se encuentra cerveza de grifo tan alegremente!). El Museo Beilin (o "bosque de estelas de piedra"), que también está en los alrededores, mejor dejarlo para expertos fanáticos de la escritura china sobre monolitos de dos metros. De lo contrario, mejor un tiro en la sien.

El epítome del paseo es la siguiente foto: entre el caos, el eterno griterío y el desorden, una ventana a un reducto de paz confuciano... (y en la esquina inferior derecha, yo.)

Hace un frío que corta el cutis (-8 ºC), esto yo no lo había sufrido nunca (ni siquiera aquella vez en que tuvimos que esperar al night bus en Londres durante una hora en febrero) y puedo afirmar que condiciona tu vida. Tanto es así que Jul y yo hemos tomado la decisión unánime de dejar la lección de "ir al banco y cambiar divisas" para otro día (去银行换钱).

La crisis nos afecta también a nosotros. Somos unos ilusos y dijimos "vamos a guardar una parte en euros, por si vuelve a subir". ¡Ja! Olvídense del "1 euro = 9.8 RMB". Ahora está en 8,6 RMB, y date con un canto en los dientes. El señor banquero nos va a dar 1000 yuan menos que si hubiéramos cambiado todo en septiembre. Cruel el destino, ¿eh? Menos mal que al 人人乐 de la puerta sur también ha llegado la C-R-I-S-I-S, y si anteayer un árbol de navidad de plástico de 80cm (bolas y guirnaldas incluidas) costaba 56 RMB, ayer lo habían rebajado a 34 RMB... Igual si espero al 20 de diciembre lo regalan con la mortadela en barra.

Con respecto al "belén": no sé cómo ni por qué acabamos una tarde con un bote de plastilinas de colores en nuestras manos, de esos que vienen con minicuchillos y moldes de estrellas de plástico. De nuestras manos salieron una virgen, un san José, un Jesusito con cara de Pablo Picapiedra y dos Reyes Magos incluso decentes aunque se les cayera la cabeza al suelo porque no tenían cuello. El proyecto avanzaba deprisa hasta que me fui de finde y cuando volví Génesis se había dedicado a fabricar un cerdo morado, un conejo diabólico fucsia y un burro naranja... "Es que sólo nos quedaban colores radioactivos". Vaya. Pues sí que nos va a quedar moderno este año.


China no iba a ser una excepción... mucho ex comunista, pero en los grandes centros comerciales poco han tardado en poner los villancicos y crear un espacio reservado a bombones en cajas de fantasía y lazos dorados. No voy a negar que me hacen sentir un poco más como en casa. Será una estupidez, pero aquí la gente lo que celebra es el Año Nuevo Chino, a finales de enero, y hay tantos chinos que celebran Navidad como españoles que festejan Acción de Gracias. Nada de luces en las calles. Nada comparable al despliegue de medios occidental. Ni El Corte Inglés ni Cortilandia ni zambomba ni turrón blando ni todo eso que habitualmente aborreces como un buen Grinch.

Lo dicho, nos acompañarán seguro el frío in(v/f)ernal, el paquete de pañuelos en el bolsillo y tal vez la nieve; nos faltará todo lo demás. Voy a pedir cita para que venga el espíritu de Dickens a visitarnos, para ver si entramos una vez en ambiente, digo.

Yán'an


Devoramos a la hora del desayuno las provisiones de galletas Oreo y ChipsAhoy y pusimos rumbo al la base comunista de Yán'an (bus n.º 3) que fue Cuartel General Revolucionario del partido entre 1938 y 1947, destino final de la Larga Marcha.

La peculiaridad de Yángjialîng (杨家岭), quintaesencia de cuando el comunismo era comunismo, son las moradas rústicas de los altos cargos excavadas en la montaña, que conservan intacto el escaso y austero mobiliario. También el edificio que albergó el primer Comité Central del Partido, donde se produciría el nombramiento oficial de Mao como presidente en la lucha revolucionaria.

Sí, cuesta creer que en esta región de tierra yerma y atmósfera polvorienta Mao encontrara inspiración creativa suficiente para sentarse a redactar sus famosas citas... Antes de volvernos cómodos, todos hemos sido jóvenes.

Pero si algo me impactó en
延安, por monumental y original, fue sin duda Qingliángshan, un "parque" en una colina árida coronada por (cómo no) un templo. Un niño de 11 años se ofreció a guiarnos por el lugar y, malpensados de nosotros, estábamos convencidos de que al acabar nos pediría algo de dinero. Vale, nos equivocamos, y sin apenas darle las gracias pusimos pies en polvorosa de vuelta a la urbe.


Por lo demás, Yan'an es una ciudad fea con avaricia donde los cachorrillos se venden a precio de saldo y una peluquería es una silla y unas tijeras en medio de la vía pública:


Hay gente que se amontona a tu paso, unos con gran sonrisa y alborozo, otros con expresión de extrañeza y pavor, pero al final son quienes aderezan y hacen que la visita a esta ciudad casi irreal valga la pena.¿Dónde más voy a encontrar yo un ciego que me adivine el futuro analizando el canto de su jilguero?

El río Amarillo


29 de noviembre de 2008.

Julien se dirigió a un compartimento con cama dura, en el otro extremo del tren de noche Xi'an-Yan'an. Por razones que se nos escapan, no nos quisieron vender billete para la cuarta cama del compartimento de cama blanda, pese a que quedó desocupada durante todo el trayecto. Miro el reloj del iPod justo a las 00:00 y la primera canción que me felicita mis 22 años es "House of Cards", de Radiohead. Me gustaría descifrar qué significado tiene pero estoy demasiado aturdida decidiendo si planeé este finde fuera de Xi'an para evitar celebrar mi cumpleaños.

Forget about your house of cards
And I'll do mine

Un frío de mil demonios. En la estación de autobús (casi enfrente de la de tren), momentos de confusión al decirnos en la taquilla que no había billetes para el salto de agua del río Amarillo ("Hukou falls") ¡¡hasta la mañana siguiente!! (todo esto a las 7:30AM). Una nube de carroñeros de tour privados nos rodeaba y chillaba sus ofertas. Los que sólo "pasaban por ahí", se agrupaban también en torno a nosotros, a ver qué se cocía. Tenemos motivos para creer que los de las taquillas estaban compinchados con los del tour y se llevaban comisión, y de no ser por un guardia de seguridad de la estación, que se apiadó de nuestras caritas descompuestas, no habríamos encontrado jamás la parada de minibús a Hukou. Confucio tenga en su gloria a esa alma caritativa.

El trayecto de cuatro interminables horas en el traqueteo del minibús fueron pintorescas. Aquello hacía paradas en pleno desierto a recoger a un vendedor de manzanas rojas (¿cómo semejante secarral puede producir el 90% de las manzanas de la región?), o a un hombre con una paletilla de cerdo curada echada al hombro. Hubo incluso un valiente que se sentó cerca de nosotros y nos regaló montones de las clásicas ciruelas secas en envoltorios individuales, como caramelitos, que transportaba en una caja de cartón para vender en Yúlín, en las proximidades del desierto de Mu Us.

El dolor de coxis valió la pena y disfrutamos, con mucho cuidado de no resbalarnos (la superficie de las rocas estaba cubierta por una capa de hielo), del espectáculo de las estalactitas que pendían de las cadenas de seguridad y de la fuerza y estruendo de la corriente del
黃河 (/huáng hé/), frontera natural entre las provincias de Shaanxi y Shanxi.


De vuelta en Yan'an, agotados por tantas horas de transporte, empezó la busca y captura de habitaciones libres donde alojarnos. Tiramos de las direcciones de Lonely Planet peeeeeero la normativa de la zona ha cambiado y a los extranjeros solo nos está permitido pernoctar en el Yan'an Hotel**** (380 RMB por habitación doble). Aunque un poco dolidos por el sablazo, agradecimos los cómodos colchones, las toallas limpias y... el ordenador TFT con Internet en la habitación. En los pasillos se notaba que el hotel se les caía a trozos, lejos quedaban los tiempos de gloria en que los altos cargos del gobierno se daban comilonas en sus salones (también Mao cuando venía de visita). En definitiva, un cuatro estrellas que en España habría sido de dos como mucho, pero que no obstante me alegró la noche con el acceso al correo electrónico, ergo las felicitaciones a tantísimos kilómetros de distancia. Qué narices, ¿en el fondo a quién no le gusta sentirse el ombligo del mundo un día al año?

Lèshan

Imposible quedar indiferente ante semejante bestialidad de escultura. El Gran Buda de Leshan (乐山大佛), de 71m de altura, es el más grande del mundo. Teníamos dudas sobre si debíamos ir a Emei Shan o a Leshan y creo que tomamos la decisión apropiada en relación la cantidad de tiempo de que disponíamos.

La ciudad en sí, pequeña y repleta de tiendas de calzado y ropa, cuenta con la ventaja de que la tarifa base de los taxis es de 2RMB en lugar de los 6RMB de Xi'an. Tras el paseo de rigor por la montaña del buda (salpicada, cómo no, de puestos de comida y tiendas de jade) y ver la enorme campana de bronce, jardín de bonsáis, estanque de peces rojos, fuente del yin-yang, etc., comimos en el centro en un restaurante famoso por su variedad de platos a base de tofu (ese derivado de la soja con aspecto de queso blanco), y nos gustaron unos más y otros nada. Nos invitaron Antoine (hermano mayor de Jeff, que trabaja como profesor de inglés en un pueblo de la región) y su novia china, Lin Jing, que se emocionó mucho cuando saqué mi cuaderno y le leí algún párrafo en chino.

Para admirar la montaña del buda en todo su esplendor es muy recomendable tomar una embarcación (2RMB) que en dos minutos nos conduce a un montículo de tierra (llamarlo isla sería un piropo inmerecido) en medio del río. Esquivando feriantes de poca monta, vendedores de globos de helio y sillas de plástico de un chiringuito improvisado, pisamos metros y metros de cantos rodados y, con suerte, en la foto se apreciará la escala del Gran Buda (clic para agrandar):

Del resto de la "ciudad", poco más que destacar. Como viene siendo habitual, las calles más humildes y destartaladas son las que dan mejor cuenta de la vida china y son, por tanto, mis favoritas.


Chéngdu

A mediados de noviembre, a Julien le regalaron un zippo de Jack Daniel's precioso. "¿Lo habrás sacado de la mochila, verdad?" Aquí en China no se andan con tonterías, y en el control de seguridad te quitan hasta las cerillas. "Sí, sí, por supuesto". Poco más y perdemos el avión. Tuvo el tiempo justo de salir otra vez, dejarlo en una consigna hasta el domingo (5 yuan por día, y a punto estuvo también de perder el resguardo), y correr los cuatro a la puerta de embarque que, para seguir la tradición, estaba en la otra punta de la terminal.

Todo nuestro avión hacía cola para el taxi a la salida de Llegadas. Una china se nos acercó y medio nos susurró que por 100 yuan nos llevaba al centro. Dos minutos bastaron para que el precio descendiera a 70RMB. Acto seguido nos llevó hasta un ascensor que conducía a Salidas, hizo una llamada telefónica en la que pude entender el precio pactado y el nombre de nuestro hotel, y un Volvo negro con los cristales tintados subió por una rampa a toda velocidad y se detuvo, sin aparcar, con un amago de derape. Hubo un momento de indecisión en que nos miramos entre nosotros y Axelle dijo "je vais pas entrer là dedans, les gars". Para añadir un poco más de estrés, la señorita del móvil no dejaba de repetir "¡rápido, rápido!" en chino... Lógico, por mucho que no detengan a los miles de millones de vendedores ambulantes, quizás lo de las licencias de los taxis se lo tomen más en serio... En cualquier caso, el conductor debió de notarnos tensos y empezó a entablar conversación. Nos dejó justo donde debía, no nos desvalijó ni descuartizó en un descampado, y además fue muy amable. ¡Qué más le pides a un taxista chino!


Resultó que nuestro hostal estaba en uno de los "distritos tradicionales" (más bien imitación de la arquitectura china pero con un agradecido Starbucks infiltrado, véase la foto del porexpán pintado). Justo enfrente del hostal (Dragon Town Hostel), una pequeña cantina con terraza nos dio una muestra de por qué se dice que la gastronomía de la región es la más especiada y picante de China... vamos, que no cené mucho.

En Renmin Square, Mao te saluda. Se trata de una gran plaza con una fuente psicodélica verde y dorada, cercada por grandes edificios de oficinas y próxima a la zona comercial (incluso hay un ZARA). Se empieza a notar que estamos en el sur, la gente tiene la piel más oscura, las facciones diferentes, se dice que la parte occidental de Sichuan formaba parte del Tibet histórico. De hecho, el mercado tibetano es una de las atracciones turísticas de la ciudad, así como el parque del templo budista Wenshu, donde vimos una procesión religiosa sólo de mujeres vestidas con una casaca marrón y un cordel, a lo franciscano, y donde Axelle y yo nos impregnamos de los usos locales e hicimos unas poses de taichí.

Pero si por algo es conocido Chengdu, aparte de por el terrible terremoto de mayo de 2008 (del cual no encontramos rastro alguno), es por su Centro de Investigación y Reserva de Pandas, al que acudió la Reina Sofía este año para iniciar trámites de adopción del que será heredero de Chulín para el Zoo de Madrid. A algunos les decepcionó que los pandas no tuvieran suficiente espacio (la "reserva" natural es en realidad un parque compartimentado en espacios más pequeños, delimitados por zanjas lo suficientemente profundas (al menos han tenido a bien evitar las rejas y las vallas). Me sorprendió que existan unos pandas rojos, del tamaño y el aspecto de un mapache, y que los bebés panda de seis meses pesen 80kg y tengan que arrastrarse porque no pueden caminar. Qué monada, parecían de veras de peluche, les daban biberón y los cepillaban... De no ser por el peso, me habría metido alguno en la maleta. Como en teoría no se les puede hacer fotos, esto es lo único que saqué a escondidas:

Debo confesar que nos apañamos mejor de lo esperado negociando trayectos cortos con los taxistas dentro de la ciudad. Sólo uno intentó timarnos de forma descarada, haciendo cosas tipo derecha-izquierda-izquierda, para volver a incorporarse a la misma calle, mientras por radio fingía preguntar dónde quedaba nuestro hotel. Sucedió al regresar de la excursión a Leshan, después de un par de horas infernales en autocar, y un incidente en que se vieron implicados problemas de esfínter y una botella de agua mineral. Estaba tan quemada y ciprofloxacino me había puesto tan mal cuerpo que me lié a gritos con el taxista (se conoce que la histeria mejora mi fluidez verbal en lengua extranjera), que en dos minutos nos llevó a destino. Me bajé, le pagué un tercio de lo que indicaba el taxímetro y pegué un portazo. El timador, que al principio se reía, se mosqueó un poco pero ni llegó a bajarse del vehículo. Igual podía habernos perseguido con un cuchillo de trinchar pato en la mano, pero afortunadamente no fue el caso. Qué queréis que os diga si la indignación me pierde.

Instantáneas del mercado tibetano, por cortesía de Axelle
La artesanía y la gastronomía son importantes para un chino pero, ¿quién dijo que la higiene no? Limpiadores profesionales de orejas en plena calle:

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