On parle en español, gastronomie, la vie à la chinoise
La entrada combinada a la Torre de la Campana y la Torre del Tambor cuesta 45 yuan. Nos llovió a mares pero la vista con todo iluminado valió la pena.
On parle de Xi'an, en español, nocturnidad y alevosía, Shaanxi, turisteo
Mi ordenador se está poniendo tonto y temo que en cualquier momento me dé un "pantallazo azul" (Julia sabe bien de qué hablo). Hemos comprado una fruta que pensábamos que era un melón por el tamaño pero ha resultado ser un pomelo gigante... en China todo son sorpresas. Algún día tenemos que comprar también uno de esos lichis gigantescos con pinchos y del tamaño de una pelota de fútbol (foto próximamente). Hoy ha sido la ceremonia de apertura del curso y por lo bieeeen que se está portando conmigo relaciones internacionales y toooodos los favores que me está haciendo, he decidido quedarme en la cama DURMIENDO. Si en algo noto que me estoy haciendo mayor es en que ya no veo la necesidad de aguantar semejantes paripés.
On parle en español, gastronomie, la vie à la chinoise, NWPU, off-topic
Hoy he tenido mi primera clase de chino. Hemos repetido fonemas en voz alta ("initials & finals") durante 4 horas, cual borreguitos, tipo "la /m/ con la /a/, maaaaaaa". ¿A esto se referían con la tortura china?
On parle de Xi'an, en español, la vie à la chinoise, NWPU, Shaanxi
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Para sentirte a gusto dondequiera que sea hacen falta tres ingredientes:
- Gente agradable
- Limpiar a fondo la casa, equiparla y decorarla con chorradas para que se parezca a un hogar (que se lo digan a Pau y Bea con su zulillo parisino)
- Comer como dios manda
El estómago impone su ley. Igual puedes pasar 48 horas despierto de fiesta, ahora espérate 48 horas a llevarte algo a la boca y lo más probable será que le muerdas un ojo a alguien (homenaje a Esther) de pura mala leche.
La primera noche en Xi'an, agotados y desorientados, sólo nos apetecía llenar el estómago y esperar a que llegara un nuevo día. Así fue como fuimos a parar a un establecimiento musulmán de la "East Gate" del campus de NWPU (Xi'an cuenta con la comunidad de chinos musulmanes más numerosa de china, incluso hay una mezquita) y descubrimos que la comida xianesa es, por definición, muy picante, y a menos que explícitamente pidas que no te echen especias, hasta a los amantes del chile les arde la boca (la cerveza NO ayuda a disipar el picor, aviso). Las brochetas de cordero cuestan 0,1 yuan (un céntimo de euro). Pero de todos los pequeños restaurantes de East Gate el que se lleva la palma en relación calidad-precio es el bautizado como "noodle place" (la casa de los tallarines):
Lo que se dice una auténtica gozada y una ganga y un regalo del cielo (cuando cerró durante 4 días por vacaciones toda la residencia estuvo a punto de amotinarse y hacer noche delante de la puerta; qué alivio cuando reabrió). Por 5 yuan tienes un plato enorme de tallarines chinos fritos con verduras y carne o tortilla francesa, y lo justo de especias. Vamos, que por un euro comes y bebes divinamente. Más barato que hacer la compra y cocinarte en casa. No obstante, no sólo de tallarines vive el hombre, y de ahí la ardua tarea de aprender a cocinar con la materia prima china. Otro día entraré en detalles sobre las marcas chinas y la carencia de productos "básicos" para cualquier occidental; hoy de momento os anuncio que hemos encontrado un supermercado con productos de importación, caros como ellos solos, pero que alegran la vista tanto como ver la bandera de la UE u oír por la calle a un turista español (el síndrome del expatriado). El nombre de ese paraíso gastronómico es Metro (a media hora en autobús del campus). Hay cervezas que no son Hans, botellas de alcohol de menos de 50º (el alcohol chino es un mataestómagos), pizzas congeladas, embutido, ketchup, Nivea, Pantene, desodorante (extremadamente difícil de encontrar en supermercados normales) y velas de cumpleaños pequeñas (otro concepto desconocido para los chinos, y eso que tartas sí que tienen).
(Solán de Cabras, Knorr, Colacao, Gallo y Carbonell)
Como decía antes, experimentar con las marcas chinas es un largo proceso de ensayo y error que requiere tener en stock marcas conocidas, por si la cosa se tuerce (sucede a menudo). Aunque muchas veces todo está escrito en caracteres chinos, los logos y envases de las marcas son fácilmente reconocibles (cuando vi los muñequitos del Colacao Turbo poco más y me pongo a llorar. ¡Lo más curioso es que yo nunca tomo leche con cacao en España!). El aceite de oliva lo reservamos para las ensaladas frías, malgastarlo en frituras es delito cuando cada botellita de medio litro cuesta 80 yuan (para eso están el aceite de girasol, de maíz, de pescado, de cacahuete...).
De momento, me he impuesto dos normas para asegurarme de que mi sentido del gusto también experimente China:
- Comer TODO con palillos o con las manos (lo único que entrará en casa serán cucharas para los cereales y yogures).
- No pisar McDonald's, KFC o Pizza Hut más de una vez al mes (la tentación es muy fuerte...).
Basta de soñar con colorante para paella y queso El Ventero: estoy en China con todas las consecuencias, ¡y menos ñoñerías!
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Un escaparate viviente / Los bollitos del "Moon Festival" (festivo, mitad del otoño lunar, este año el 15 de septiembre), que huelen mejor de lo que saben...
Mercado musulmán / Julien y sus... ¿rasgos asiáticos?
La vida nocturna, club 3F: noche temática "bajo el mar", gogós y camareros vestidos de pececitos y submarinistas... Esto es China. / ¡Hay McDonald's en Xian! Pero la Fanta de naranja tiene color radiactivo.
Foto de rigor de Héctor y Javier en la puerta sur de la muralla de Xian.
Ya no me siento atrapada en un documental de los años 80. Entre tanto edificio horrendo hay notas de color.
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En China Southern Airlines también nos dieron de comer y nos quedamos con ganas de probar algo que parecía leche y resultó ser zumo de coco (primera en la frente). El jetlag empezaba a hacer mella en nuestros cuerpos y creo que fui capaz de dormir un poco en el avión; para ser concreta, unos diez minutos. Al aterrizar no vi más que verdor y neblina.
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La familia Fouilliart al completo nos despidió en Noisy le Roi, incluida Zoé.
La terminal E del CDG es mucho más agradable que la vieja. Air France me perdonó el kilo y pico de exceso, y lo que ahorramos lo gastamos en un burdeos para el tutor chino de Jul, Zhang (pronúnciese "yang").
- Una almohada sucia (sin plástico protector, no había más que acercar la nariz para querer matar a Air France)
- Una mantita limpia (esta sí, en una bolsa cerrada)
- Tapones para los oídos y antifaz desechable (¿veis? Nos aproximamos al confort)
- Pantalla individual con juegos, películas de estreno, música (generalmente mala) y, además, una fantástica opción para ver en directo el despegue y el aterrizaje gracias a una cámara instalada en el morro del avión.
- El menú: cena china o francesa y desayuno por la mañana. Bebidas ilimitadas (vino, champán, cerveza... ah, incluso bebidas no alcohólicas).
Me atrevo a decir que lo más entretenido es lo último. Que si ahora pido esto, luego lo otro, espera que pasan el pan, uy casi me como un trozo de plástico ¡ah no! es el filete... Un no parar. De la comida en los aviones no se puede esperar mucho, pero me sorprendí al encontrar comestible un 50% de lo que había en la bandeja de la cena (el 100% del desayuno). Con el estómago lleno, a las dos horas de vuelo, una luz divina (o el foco sobre mi cabeza) me iluminó. No iba de vacaciones. El cartel de "está saliendo usted de la zona Schengen" no era de atrezo y durante los próximos seis meses la metáfora de la bandeja y el 50% se aplicará a mi nevera llena de productos chinos y desconocidos. En ese momento decidí sacar las dos valerianas y ponerme otro vasito de tinto. Mano de santo.
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(Chez les Fouilliart, Sep '06. ¿Me sacaréis en marzo la tabla de quesos?)
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