Si me preguntan, diré que me supo a plástico, a decorado en 2D, a precios descarados y tan gratificante como masticar All-Bran. También cabe la posibilidad de que me atontara el tren Maglev a 436km/h a primera hora de la mañana, que el chirimiri no cesara en toda la tarde a orillas del Bund e hiciera mella en nuestros huesos y nuestra paciencia.

La dosis justa de chovinismo y cruasanes calentitos materializada en un único establecimiento. Dios bendiga las franquicias.
Entre los vestigios chinos que resisten están los jardines Yuyuán y alrededores (uno no puede perderse el puesto junto al puente en zigzag que vende gorriones fritos) y el mercado de aves e insectos. Con éstos últimos se dice que hacen peleas y apuestas por el bicho ganador (más económico que los galgos o los caballos...). En las inmediaciones también hay un mercadillo de antigüedades; me enamoré de una gramola, pero dudo que la hubieran aceptado como equipaje de mano.
Como curiosidad, el ice bar en el que hacía menos frío que en la calle, y que encontramos por casualidad volviendo al hostal, a la orilla del río y con chupitos a precio de oro (70 RMB)

Nosotros nos alojamos en el Bee Hostel, Pudong 浦东, en cuyo bar sonaba en bucle el CD con los grandes éxitos de Bob Marley. I shot the Sheriff en el desayuno, en la merienda y en la cena... no ganamos para tiros.
No muy lejos, en el mismo frenético barrio, el edificio “abrebotellas” y “el Pirulí falso” se erigen rodeados de grúas, entre otras las que erigirán la torre de la Expo 2010, que se prevé que sea la más alta del mundo hasta que las grúas vecinas se piquen y fabriquen otro monstruo.
Cuando uno se sube al Observatorio en la 88.ª planta de la torre Jinmao 金茂大厦 imagina lo que siente el astronauta al divisar una pelota azul suspendida a lo lejos. Con la nariz pegada al frío cristal quedé hipnotizada por la vista y me sentí muy, muy hormiguita. Diminutas lucecillas hasta donde abarcaba la vista, en todas direcciones, como una maqueta del LA de Blade Runner. Peliculera a fin de cuentas.

[Merci Alex pour les photos nocturnes]
Comienza la aventura navideña con mis cuñados galos. ¡Han traído bombones y vino y QUESO DE VERDAD, síiiiiiiii!
La visita en Xi'an se puede resumir en: ruta gastronómica por Xi'an (noodle place, musulmán de East Gate y jiaozi de South Gate), degustación de té y centro comercial de tecnología SAGA, donde Alex se compró la Nikkon D90 con el 18-85mm tras arduas e interminables negociaciones de Jackie, nuestro coleguita chino que por supuesto no se llama Jackie sino Chaojie Wu (me encantan los nombres ingleses que se ponen a ellos mismos).


A partir de este punto, ensayos con Kevin y Tian Yuli (ella, lo mejor que me llevo), una visita a la tienda de alquiler de trajes frente a Drum Tower (ya me lo podían haber regalado), más ensayos y demasiadas frases en chino para la menda. Algo se revuelve en las tripas cuando flota en el ambiente semejante tensión. Unas ganas terribles de gritarles, ¡pero si es sólo un festival universitario, mierda! Pero no, en China no hay puesta en escena trivial, ni error sin deshonor. Tragar saliva 2.0.
Lo recuerdo todo como en una bruma. El aumento de decibelios en los aplausos la primera vez que abrí la boca se me subió a la cabeza y así el trance pasó deprisa. Jul no estaba allí para verlo, me esperaba con ellos en el musulmán. Todo quedó reducido a una experiencia agradable, siempre y cuando la cinta de vídeo que grabaron no salga a la luz jamás. Dicen que se perdió y yo sé de buena tinta que San Cucufato en Asia no tiene sucursal.
[Nota: el enlace lo añadí en abril 2009; en China NO hay acceso a Youtube]
On parle la vie à la chinoise, NWPU, se masca la tragedia
Movidón en Bacchus para coordinar y confirmar n.º de invitados, y de platos y de bebidas... y de echar cuentas (infiernooo).
Y la foto impensable se tomó esta noche:Peace!
On parle de Xi'an
Los 饺子/jiaozi/, esa ambrosía de los dioses a precio de caldo de pollo, son unos raviolis (generalmente de cerdo y verduras) cuyo secreto reside en la forma que se les da al cerrarlos con el fin de que no se abran durante la cocción.
Pese a que los chinos los hacen como churros, elaborarlos no es moco de pavo, motivo por el que la Oficina Internacional nos regaló un taller de dumplings (degustación incluida), en el marco de los cursos de cultura china.
La clase magistral se impartió en las aulas (ver el habitáculo que comparto con mongoles, kazakos y una ghanesa de 8h a 12h diariamente).
On parle gastronomie, NWPU
On parle de conneries
Desangelao. Frío, nuevo y donde cristo perdió el mechero. El aislamiento social forzoso del cuerpo estudiantil, perfecto para evitar distracciones, el sueño de todo decano.
También la muerte lenta del alma universitaria y caldo de cultivo de hikikomori.
Un arma más para aplacar rebeldías y reducir la juventud a una masa estólida, dócil.
La muralla de Xi'an, de 14km, rodea el centro de la ciudad y puede ser recorrida a pie, en bicicleta o en rickshaw.
Si estás buscando un hostal, es una zona apropiada, centrica y tranquila; no hay expatriado que se resista a los encantos de Park Qin, un clásico (¡en esta ciudad no se encuentra cerveza de grifo tan alegremente!). El Museo Beilin (o "bosque de estelas de piedra"), que también está en los alrededores, mejor dejarlo para expertos fanáticos de la escritura china sobre monolitos de dos metros. De lo contrario, mejor un tiro en la sien.
El epítome del paseo es la siguiente foto: entre el caos, el eterno griterío y el desorden, una ventana a un reducto de paz confuciano... (y en la esquina inferior derecha, yo.)
On parle de Xi'an, on a good hair day, turisteo
Con respecto al "belén": no sé cómo ni por qué acabamos una tarde con un bote de plastilinas de colores en nuestras manos, de esos que vienen con minicuchillos y moldes de estrellas de plástico. De nuestras manos salieron una virgen, un san José, un Jesusito con cara de Pablo Picapiedra y dos Reyes Magos incluso decentes aunque se les cayera la cabeza al suelo porque no tenían cuello. El proyecto avanzaba deprisa hasta que me fui de finde y cuando volví Génesis se había dedicado a fabricar un cerdo morado, un conejo diabólico fucsia y un burro naranja... "Es que sólo nos quedaban colores radioactivos". Vaya. Pues sí que nos va a quedar moderno este año.
Devoramos a la hora del desayuno las provisiones de galletas Oreo y ChipsAhoy y pusimos rumbo al la base comunista de Yán'an (bus n.º 3) que fue Cuartel General Revolucionario del partido entre 1938 y 1947, destino final de la Larga Marcha.
Pero si algo me impactó en 延安, por monumental y original, fue sin duda Qingliángshan, un "parque" en una colina árida coronada por (cómo no) un templo. Un niño de 11 años se ofreció a guiarnos por el lugar y, malpensados de nosotros, estábamos convencidos de que al acabar nos pediría algo de dinero. Vale, nos equivocamos, y sin apenas darle las gracias pusimos pies en polvorosa de vuelta a la urbe.
Por lo demás, Yan'an es una ciudad fea con avaricia donde los cachorrillos se venden a precio de saldo y una peluquería es una silla y unas tijeras en medio de la vía pública:
Hay gente que se amontona a tu paso, unos con gran sonrisa y alborozo, otros con expresión de extrañeza y pavor, pero al final son quienes aderezan y hacen que la visita a esta ciudad casi irreal valga la pena.¿Dónde más voy a encontrar yo un ciego que me adivine el futuro analizando el canto de su jilguero?
On parle la vie à la chinoise, Shaanxi, turisteo
El dolor de coxis valió la pena y disfrutamos, con mucho cuidado de no resbalarnos (la superficie de las rocas estaba cubierta por una capa de hielo), del espectáculo de las estalactitas que pendían de las cadenas de seguridad y de la fuerza y estruendo de la corriente del 黃河 (/huáng hé/), frontera natural entre las provincias de Shaanxi y Shanxi.
De vuelta en Yan'an, agotados por tantas horas de transporte, empezó la busca y captura de habitaciones libres donde alojarnos. Tiramos de las direcciones de Lonely Planet peeeeeero la normativa de la zona ha cambiado y a los extranjeros solo nos está permitido pernoctar en el Yan'an Hotel**** (380 RMB por habitación doble). Aunque un poco dolidos por el sablazo, agradecimos los cómodos colchones, las toallas limpias y... el ordenador TFT con Internet en la habitación. En los pasillos se notaba que el hotel se les caía a trozos, lejos quedaban los tiempos de gloria en que los altos cargos del gobierno se daban comilonas en sus salones (también Mao cuando venía de visita). En definitiva, un cuatro estrellas que en España habría sido de dos como mucho, pero que no obstante me alegró la noche con el acceso al correo electrónico, ergo las felicitaciones a tantísimos kilómetros de distancia. Qué narices, ¿en el fondo a quién no le gusta sentirse el ombligo del mundo un día al año?
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