Golden Week (I): Kaifeng


Durante la semana de la fiesta nacional china, con todo nuestro garbo y ganas, nos propusimos hacer una escapadita. Como en tren íbamos a tardar como mínimo 8-10h en llegar a algún sitio interesante, el mismo día uno de octubre por la mañana utilizamos un buscador de vuelos; cuatro horas más tarde nos subimos en un miniavión con rumbo a Zhèngzhou (郑州).

Afortunadamente, el vuelo sólo duró 40 minutos. Y digo bien, porque aquello traqueteaba más que un autobús, y un olor insoportable a orín invadía las últimas filas (en total había 12). Lo "positivo" de este Ryanair a la china es que te daban una botellita de agua, un panecillo y dos galletas. Personalmente, habría preferido que se guardaran eso donde les cupiera y así ahorrasen para arreglar el WC.

Voy a resumir cómo llegamos del aeropuerto de Zhèngzhou (ciudad sin mucho atractivo) a la ciudad de Kaifeng (开封) en: dos buses, un taxi y una especie de rickshaw (un carrito enganchado a un hombre en moto que alcanza la velocidad punta de 5Km/h). No voy a entrar en detalles sobre cómo hicimos cola durante una hora para que los chinos se saltaran la fila cuando les dio la gana. Hoy no, que si no se me agria la entrada. Stop.

El caso es que allí llegamos, y Lonely Planet no se equivocaba, el mercado nocturno es algo que uno no debe perderse. Puestos de brochetas, de pitas rellenas, de dulces, de ropa, vendedores ambulantes de animales, gente por todas partes...

Pero no todo podía ser jolgorio, y llegó el momento de enfrentarse a la cruda realidad: no habíamos reservado hotel. Fue tan precipitado que, francamente, no dio tiempo. Hay que decir que durante el día intentamos llamar por el móvil a varios, pero por algún extraño motivo los teléfonos a veces no funcionan entre provincias, ¡caca! Empezamos probando las direcciones que daba la guía: Kaifeng Binguân (开封宾馆, en un bonito complejo construido por los rusos. ¿Qué hacían los rusos en Kaifeng? Ni puñetera idea), y primera en la frente. Debimos de preguntar en cuatro hoteles (cada cual más pintoresco que el anterior), pateando todo el centro (no había muchos, o desde luego estaban escondidos), y siempre obteníamos la misma respuesta, "meiyou, meiyou". ¡¿Cómo puede ser que ningún hotel tenga una mísera habitación libre?! Claro, rica, se llama Golden Week, o mil millones de chinos de vacaciones a la vez.

Cuando ya nos estábamos planteando volver a Zhèngzhou a probar suerte, o ponernos a llorar para que alguna familia china nos acogiera, entramos en Biànjing Fàndiàn. (En la recepción había cuatro relojes que debían mostrar la hora real de ciudades del mundo. Leí París y noté que algo se me revolvía por dentro. Ninguno de los relojes reflejaba la hora correcta.) 没有,没有。。。(/meiyou/). Me cago en la leche, china. Vamos a llevarnos bien. ¿Ni una sola? ¿Una individual? ¿El cuarto de las ratas? Insistimos mucho, eran las diez de la noche y estaban desmontando el mercado, mal augurio. Se nos debió de ver en la cara que no teníamos donde caernos muertos, porque nos pidió que esperásemos un momento, y descolgó el teléfono. ¡Y qué! Como si a la mañana siguiente nos querían apedrear en una plaza pública, la bolsa de viaje de Fred Perry me estaba dejando manos de carpintero y merecía ser abandonada en una habitación sucia y húmeda. La recepcionista me leyó la mente y dijo "We have room. Underground, ok?". ¿Cómo que underground? ¿Kaifeng tiene metro y no me he enterado? ¿La decoración es muy underground? Pero no. Underground era esto:


Éramos los únicos alojados ahí abajo. Las fotos no hacen justicia. Si habéis visto la película The Vacation os hacéis una idea (sí, últimamente me trago todo lo que ponen en HBO...). Un pasillo "bajo tierra", de las antiguas habitaciones del hotel, siniestro, de película de terror, vamos. Me acordé de las sabias palabras de Barbi: "Che, es cuestión de actitus, os jodés el viaje o lo tomás bien". Cuánto la odio, siempre tiene razón. Pagamos los 200 yuan a la recepcionista antipática con mucho gusto.
Después de tanta tensión, brochetas de cordero a 1 yuan, las de pulpo, calamar y frutti di mare, 3 yuan. Las de insectos y la de culebra, 10 yuan (no es coña). Esas dos últimas lamento mucho comunicaros que no las probamos, no somos Bear Grylls. Tampoco os fiéis del postre: arroz sin azúcar, gelatina... y la salsa esa roja que era amarga... 5 yuan muy mal invertidos, mal, Lola, mal.

A la mañana siguiente, maratón de turismo:
  • Parque Longting (龙亭公园) y Pabellón del Dragón (龙亭)


  • Templo de Yanqing, taoísta (Yánqìng Guan)



  • Shanshan gan Hui Guan, recinto de reunión de comerciantes de varias provincias, construído en la dinastía Qing:


  • Templo del Ministro, budista (Daxiangguo Sí), de los más célebres de China


La visita a Kaifeng superó con creces mis expectativas. De la modesta muralla a las calles contiguas al mercado de noche y al parque Longting, con edificios perfectamente conservados o bien nuevos que imitan el estilo clásico e inconfundible chino, en colores rojizos y verdes; también por haber sido cuna de la primera comunidad judía en China (antiguamente había una sinagoga sobre la cual se ha construido un hospital) y ofrecerme la ocasión de comparar arte budista y taoísta en una misma ciudad, y ponerme delante de una estatua de bronce enorme con un Confucio sentado. Y, por supuesto, por brindarnos la ocasión de disfrutar de una festividad budista ambientada con música en vivo y demostración de aprendices del templo Shaolin...


Caray con los mocosos.

1 Comment:

  1. Mmmmm said...
    Me ha encantado esta entrada. Una petición (no sé si de enferma mental): puedes hacer una foto de un chino comprando/comiendo esos pinchos morunos de cucal? Ya, ya sé que me lo tendría que creer viéndoles ahí tan expuestitos, pero aun no asimilo que eso sea comida. Cuarto y mitad de artrópodos oiga!

    Amiga, me muero de envidia por tus visitas a los templos...

    Muaka

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