Drum Tower

Justificar a ambos lados


Por algo la llaman Torre del Tambor. Por 10 yuan te dejan golpear con una maza un gong enorme. Una excelente terapia antiestrés que puede evitar males mayores.
La historia de los tambores en China es antiquísima, y no sólo los utilizaban para advertir sobre ataques enemigos y dar las horas, sino que creen que escuchar el sonido del tambor puede ayudar a poner orden en el alma. Cuando compres la entrada para Bell Tower o Drum Tower, consulta los horarios de los espectáculos, que son gratuitos y están bien ambientados en lo que a vestimenta se refiere.








Mención especial al gato de escayola que a mamá le habría encantado que robara de la exposición para ponerlo en el salón y a la mujer del escaparate viviente, que se dignó a sonreír para la foto.

Sorpresas culinarias


Las marcas adaptan sus productos según el mercado, hasta ahí todo bien. El sabor de la Coca Cola es ligeramente diferente en cada rincón del mundo, los Fruit Loops siguen existiendo en Bélgica, McDonald's vende burritos de gambas en Japón y hamburguesas de verduras con especias en China... ¿Pero de veras se venden en China las Lays con sabor a pepino, lichi y lima? Sí, amigos, me he torturado para evitaros tener que probarlas si venís algún día. Mi corta experiencia dice que la curiosidad en Asia suele acabar en decepción, y el paladar paga las consecuencias. Las de pepino son soportables, pero las otras dos tienen tan poco sentido como comerte una patata y acto seguido darle un lametón a un lichi. Lo otro que veis en la foto es, efectivamente, una bebida isotónica del Real Madrid. Al dorso aparece una foto de la plantilla levantando la copa de la Liga del año pasado, qué actualizados, ¿verdad?

Otro mal evitable es el de probar los "moon cakes" del Moon Festival: basta que todo el mundo te diga que están asquerosos para que hinques el diente... y acabes escupiendo. Verdaderamente, ¿quién se podría imaginar que algo tan adorable como un huevo duro envuelto individualmente en plástico de colores podría llevar por dentro un líquido negro gelatinoso que huele a podrido? Os garantizo que yo no, soy una ingenua.

Pero la sorpresa más encantadora que nos hemos encontrado fue en un guiso de pollo con verduras y patatas (picante a morir como de costumbre, cortesía de la provincia de Shaanxi). A los chinos no les gusta desperdiciar, y te echan las cabezas y las patitas de los pollos, que algo de sustancia tendrán, ¿no? Metes tus palillos en la fuente, te lo llevas a la boca... Uy, qué tropezón... ¿Qué habrá sido, la cresta o una uñita? Siento ponerme gore, pero es que me marcó. Ahora ya estoy acostumbrada a ver patas de pollo para llevar, congeladas, en conserva, etc. Que a todo se acostumbre uno.

No obstante, siempre hay lugar para la esperanza, encarnada en las Chips Ahoy de chocolate y naranja y las Oreo bañadas en café. Seguiremos informando.

Bell Tower

La entrada combinada a la Torre de la Campana y la Torre del Tambor cuesta 45 yuan. Nos llovió a mares pero la vista con todo iluminado valió la pena.




La tontería de tocar la campana tres veces cuesta 10 yuan. ¡Quién podía resistirse!

谢谢你


Sí, Julia, GRACIAS. ¡¡Tu libro nos está salvando la vida!!. Qué maravilla editorial, qué bien estructurado, qué completo... Buscas "bolsa" y te sale la frase completa "¿me da una bolsa, por favor?", buscas "habitación" y te viene "quiero reservar una habitación", y así sucesivamente. Las guías de conversación de Routard y de Assimil, nada que ver, mucho menos prácticas. De veras te decimos que no sabemos qué habríamos hecho sin ella, por mucho que Jul y yo estemos hiperdesarrollando la economía del lenguaje con magníficas frases como "Mando, aire acondicionado", en lugar de "Señora conserje, no nos ha dado usted ninguno de los dos mandos del aire acondicionado. ¿Sería tan amable de dárnoslo ahora?". Créeme, explicar en un supermercado "sartén para placa de inducción" sólo con gestos es imposible...

Mi ordenador se está poniendo tonto y temo que en cualquier momento me dé un "pantallazo azul" (Julia sabe bien de qué hablo). Hemos comprado una fruta que pensábamos que era un melón por el tamaño pero ha resultado ser un pomelo gigante... en China todo son sorpresas. Algún día tenemos que comprar también uno de esos lichis gigantescos con pinchos y del tamaño de una pelota de fútbol (foto próximamente). Hoy ha sido la ceremonia de apertura del curso y por lo bieeeen que se está portando conmigo relaciones internacionales y toooodos los favores que me está haciendo, he decidido quedarme en la cama DURMIENDO. Si en algo noto que me estoy haciendo mayor es en que ya no veo la necesidad de aguantar semejantes paripés.

西北工业大学

Northwestern Polytechnical University (/xi bêi gong yè dà xué/) es la universidad de Ingeniería Aeronáutica más importante de China desde hace 70 años. Está situada fuera de la muralla que rodea el casco histórico de Xi'an, al sudoeste. Desde el curso 2007-2008, esta universidad, junto al Gobierno de la R.P., concede becas a estudiantes extranjeros (sobre todo africanos) que se pueden solicitar a través de un formulario en la embajada y que cubren gastos de matrícula, libros y alojamiento durante los cinco años de carrera, más uno preparatorio para aprender chino. Gracias al profesor Zhong Weihong, la universidad cuenta además con un laboratorio chino-francés y chino-belga.

El "T3" o "Overseas Student Dormitory" es la residencia de estudiantes extranjeros (recién pintada; véase vídeo para apreciar las medidas de prevención de riesgos laborales) que actualmente acoge a nacionales de los siguientes países: Afganistán, Pakistán, Timor Oriental, Mongolia, Kirguistán, Kazajstán, Rusia, Samoa, Venezuela, Grenada, Marruecos, Mozambique, Guinea, Mali, Togo, Cabo Verde, Ghana, Nigeria, Liberia, Angola, Congo, Mauritania, Malawi, Alemania, Francia y España (aquí presente).


El edificio consta de dos alas de siete plantas (pronto tres), cada una con cuatro apartamentos de dos dormitorios, cocina, baño y terraza/tendedero. Todo nuevo a estrenar: televisión, lavadora, colchones, aire acondicionado, placa de inducción, rice cooker, hervidor de agua (kettle).




Hay una conserje 24hrs (se turnan entre cuatro, una de ellas es la jefecilla) para abrir la puerta de la calle entre las 6AM y medianoche. A partir del toque de queda ponen una cadena y un candado a la puerta (literal), y quien llegue tarde y quiera entrar tiene que aguantar una bronca y pagar una multa de 50 yuan (divídase entre diez para obtener la cifra aproximada en euros). El precio del alquiler mensual por persona es de 700 yuan, bastante barato teniendo en cuenta que en las residencias de los chinos cuesta 300-400 yuan y ellos comparten la habitación con cuatro personas (literas), no tienen televisión, y el baño está en un pasillo. Las malas lenguas dicen que por eso los chinos del campus nos miran mal, por pura envidia; francamente, no puedo culparlos. La electricidad se paga aparte: hay que ir a una oficina a recargar una tarjeta que luego introduces en un cajetín del apartamento. Con un consumo razonable, con 100 yuan tienes electricidad para dos meses. Por cierto, las conserjes se encargan del reciclaje, y hay bolsas gigantes bajo la escalera para depositar cartón, vidrio y botellas de plástico (creo que les pagan por hacerlo, a menudo veo mendigos rebuscando en papeleras y sacándolas).


Nada más llegar al T3 el primer día, pagamos 500 yuan de depósito cada uno, apuntaron nuestras nacionalidades y nombres (fonéticamente) y nos dieron dos llaves a cada uno, una de la puerta del apartamento, y otra de la habitación. Cabe destacar que para poder vivir en el mismo apartamento chico y chica tienes que estar prometido/casado o directamente ser hermanos. Y por supuesto si tu pareja es china, despídete de vivir bajo el mismo techo dentro del campus.

Hoy he tenido mi primera clase de chino. Hemos repetido fonemas en voz alta ("initials & finals") durante 4 horas, cual borreguitos, tipo "la /m/ con la /a/, maaaaaaa". ¿A esto se referían con la tortura china?

La imagen del día

La Noche en Blanco también se celebró en el 3F de Xian.

Luchar contra la morriña


(Fusión francochinoespañola en nuestra mesa: bolitas de verduras, tallarines fritos con soja y tofu, té verde)


Para sentirte a gusto dondequiera que sea hacen falta tres ingredientes:
  • Gente agradable
  • Limpiar a fondo la casa, equiparla y decorarla con chorradas para que se parezca a un hogar (que se lo digan a Pau y Bea con su zulillo parisino)
  • Comer como dios manda

El estómago impone su ley. Igual puedes pasar 48 horas despierto de fiesta, ahora espérate 48 horas a llevarte algo a la boca y lo más probable será que le muerdas un ojo a alguien (homenaje a Esther) de pura mala leche.

La primera noche en Xi'an, agotados y desorientados, sólo nos apetecía llenar el estómago y esperar a que llegara un nuevo día. Así fue como fuimos a parar a un establecimiento musulmán de la "East Gate" del campus de NWPU (Xi'an cuenta con la comunidad de chinos musulmanes más numerosa de china, incluso hay una mezquita) y descubrimos que la comida xianesa es, por definición, muy picante, y a menos que explícitamente pidas que no te echen especias, hasta a los amantes del chile les arde la boca (la cerveza NO ayuda a disipar el picor, aviso). Las brochetas de cordero cuestan 0,1 yuan (un céntimo de euro). Pero de todos los pequeños restaurantes de East Gate el que se lleva la palma en relación calidad-precio es el bautizado como "noodle place" (la casa de los tallarines):

Lo que se dice una auténtica gozada y una ganga y un regalo del cielo (cuando cerró durante 4 días por vacaciones toda la residencia estuvo a punto de amotinarse y hacer noche delante de la puerta; qué alivio cuando reabrió). Por 5 yuan tienes un plato enorme de tallarines chinos fritos con verduras y carne o tortilla francesa, y lo justo de especias. Vamos, que por un euro comes y bebes divinamente. Más barato que hacer la compra y cocinarte en casa. No obstante, no sólo de tallarines vive el hombre, y de ahí la ardua tarea de aprender a cocinar con la materia prima china. Otro día entraré en detalles sobre las marcas chinas y la carencia de productos "básicos" para cualquier occidental; hoy de momento os anuncio que hemos encontrado un supermercado con productos de importación, caros como ellos solos, pero que alegran la vista tanto como ver la bandera de la UE u oír por la calle a un turista español (el síndrome del expatriado). El nombre de ese paraíso gastronómico es Metro (a media hora en autobús del campus). Hay cervezas que no son Hans, botellas de alcohol de menos de 50º (el alcohol chino es un mataestómagos), pizzas congeladas, embutido, ketchup, Nivea, Pantene, desodorante (extremadamente difícil de encontrar en supermercados normales) y velas de cumpleaños pequeñas (otro concepto desconocido para los chinos, y eso que tartas sí que tienen).

(Solán de Cabras, Knorr, Colacao, Gallo y Carbonell)

Como decía antes, experimentar con las marcas chinas es un largo proceso de ensayo y error que requiere tener en stock marcas conocidas, por si la cosa se tuerce (sucede a menudo). Aunque muchas veces todo está escrito en caracteres chinos, los logos y envases de las marcas son fácilmente reconocibles (cuando vi los muñequitos del Colacao Turbo poco más y me pongo a llorar. ¡Lo más curioso es que yo nunca tomo leche con cacao en España!). El aceite de oliva lo reservamos para las ensaladas frías, malgastarlo en frituras es delito cuando cada botellita de medio litro cuesta 80 yuan (para eso están el aceite de girasol, de maíz, de pescado, de cacahuete...).

De momento, me he impuesto dos normas para asegurarme de que mi sentido del gusto también experimente China:

  • Comer TODO con palillos o con las manos (lo único que entrará en casa serán cucharas para los cereales y yogures).
  • No pisar McDonald's, KFC o Pizza Hut más de una vez al mes (la tentación es muy fuerte...).

Basta de soñar con colorante para paella y queso El Ventero: estoy en China con todas las consecuencias, ¡y menos ñoñerías!

Hasta el fin de semana pasado, lo que conocíamos de Xian se limitaba al campus y a la carretera de Xianyang (el aeropuerto), es decir, como quien ve Barajas, la M-30 y Villaverde, precioso. Así que en estos días en que estamos en cuerpo en Xian pero con la cabeza en Europa, nos ha venido bien constatar que la ciudad es mucho menos gris de lo que parecía. Para muestra, una caja de botones:

Con abanicos flúor y sombrillas como la de la foto, se reúnen los mayores de 50 años para hacer ejercicio en la calle mediante un baile al ritmo de tambores que tardamos en aprender.


(Como el vídeo es muy largo, id al minuto 3:13, saltan Héctor y Yassir a bailar...)



Un escaparate viviente / Los bollitos del "Moon Festival" (festivo, mitad del otoño lunar, este año el 15 de septiembre), que huelen mejor de lo que saben...

Mercado musulmán / Julien y sus... ¿rasgos asiáticos?



La vida nocturna, club 3F: noche temática "bajo el mar", gogós y camareros vestidos de pececitos y submarinistas... Esto es China. / ¡Hay McDonald's en Xian! Pero la Fanta de naranja tiene color radiactivo.


Foto de rigor de Héctor y Javier en la puerta sur de la muralla de Xian.


La Torre del Tambor

Ya no me siento atrapada en un documental de los años 80. Entre tanto edificio horrendo hay notas de color.
Pasito a pasito, vamos haciendo Xian un poco más nuestro.

欢迎你们来中国

Como reza el título (/huanyíng nîmen lái zhongguó/, en fonética española macarrónica pronúnciese /juanyin nimen lae yonguo/), ¡bienvenidos a China!

Llegamos al aeropuerto de Pekín (北京). Recogimos las maletas (la mía con un asa y un trozo de plástico rotos) y para entrar en la zona de tránsito tuvimos que pasarlas por dos escáneres más (casi había más personal de seguridad que pasajeros). Después de preguntar un par de veces, descubrimos con qué compañía íbamos a hacer el trayecto (no había ningún mostrador de Air France, contrariamente a lo indicado por la agencia), y facturamos para la conexión con Xi'an (西安), la antigua capital del imperio. El exceso de equipaje facturado parece no ser un problema para los chinos, eso puede ser muy bueno o muy malo, según como se mire. En un nuevo control, nos quitaron del equipaje de mano los mecheros, unas tijeras (estaba convencida de llevarlas facturadas, ¡¡eran las de cortarme el flequillo!!) y... la botella de vino. Tendrían que habernos dejado pasar con ella, porque iba precintada en una bolsita de "aéroports de Paris", pero nos pudieron las dificultades lingüísticas y las ganas locas de llegar a la puerta de embarque.

En China Southern Airlines también nos dieron de comer y nos quedamos con ganas de probar algo que parecía leche y resultó ser zumo de coco (primera en la frente). El jetlag empezaba a hacer mella en nuestros cuerpos y creo que fui capaz de dormir un poco en el avión; para ser concreta, unos diez minutos. Al aterrizar no vi más que verdor y neblina.


El aeropuerto de Xian (Xianyang International Airport) da la sensación de estar en medio de ninguna parte. Un chino de la universidad (NWPU) y Jeff (estudiante francés de la UTBM) nos esperaban a la salida. El calor era sofocante y se pegaba a la piel. El paisaje desde el coche (que por cierto hedía a sudor y ambientador de pino) recordaba más a las imágenes de "Chernóbil: 20 años después de la catástrofe" o a las del terremoto de Sichuán: campo pajizo cubierto de escombros, el cauce de un río lleno de basura, chabolas a los lados de la carretera, a lo lejos bloques de pisos de hormigón (¿abandonados?) con los cristales de las ventanas rotos. Suciedad por todas partes. Todo tenía pinta de estar a medio hacer y de no haber organización ninguna. Los "obreros" (hombres y mujeres vestidos de calle y con las manos desnudas) picaban el suelo allí y allá, o pasaban un rastrillo o asfaltaban un metro cuadrado de carretera. De repente, podía aparecer un bloque de cemento de más de un metro en medio de la autopista, que había que esquivar con maestría, o una furgoneta se paraba a un lado (a dos metros del arcén)mientras sus ocupantes descargaban la vejiga.

No dije ni una palabra en todo el trayecto porque había mucho que observar y porque una frase se me atragantó en las cuerdas vocales: "Bienvenidos al Tercer Mundo". La China que nos enseñan no es la que hay. Pekín, Shangai, Shenzen, Hong Kong y Macao dan la cara, pero lo que no es costa está literalmente dejado de la mano de dios, y eso que Xi'an es la ciudad más grande e importante del interior (cuesta imaginar el resto). Como su nombre indica, un país "emergente" es un país que actualmente está hundido en el fango y que va salpicando motitas discontinuas de desarrollo, occidente y prosperidad. China es un país en "making of". Físicamente, a mi alrededor, nada hace sospechar que en sus miles de años de historia fuera cuna de conocimiento y cultura y modelo a seguir para otros países de Oriente (léase Japón). Los chinos deben de mirar a un saquito de pólvora y sentir lo mismo que quien encuentra una foto de cuando era más joven: orgullo y tristeza.

Adiós, Schengen

La familia Fouilliart al completo nos despidió en Noisy le Roi, incluida Zoé.


La terminal E del CDG es mucho más agradable que la vieja. Air France me perdonó el kilo y pico de exceso, y lo que ahorramos lo gastamos en un burdeos para el tutor chino de Jul, Zhang (pronúnciese "yang").
El comandante Neutre(x) anunció la salida puntual del vuelo. Antes de arrancar motores, y "según la normativa china", los azafatos procedieron a la desinfección del avión con un producto "no nocivo para la salud". Ante cientos de miradas atónitas, se pusieron unas mascarillas y recorrieron los pasillos rociándonos con un vaporizador que olía a 300 ambientadores concentrados, con lo cual no sé si mataría virus y bacterias pero por poco nos asfixia.
Quien piense que lo primero que debe merecer nuestra atención en un vuelo largo es la demostración de las medidas de seguridad y la situación de las salidas de emergencia se equivoca: lo que haya en el asiento delantero será clave para las siguientes horas.
  1. Una almohada sucia (sin plástico protector, no había más que acercar la nariz para querer matar a Air France)
  2. Una mantita limpia (esta sí, en una bolsa cerrada)
  3. Tapones para los oídos y antifaz desechable (¿veis? Nos aproximamos al confort)
  4. Pantalla individual con juegos, películas de estreno, música (generalmente mala) y, además, una fantástica opción para ver en directo el despegue y el aterrizaje gracias a una cámara instalada en el morro del avión.
  5. El menú: cena china o francesa y desayuno por la mañana. Bebidas ilimitadas (vino, champán, cerveza... ah, incluso bebidas no alcohólicas).

Me atrevo a decir que lo más entretenido es lo último. Que si ahora pido esto, luego lo otro, espera que pasan el pan, uy casi me como un trozo de plástico ¡ah no! es el filete... Un no parar. De la comida en los aviones no se puede esperar mucho, pero me sorprendí al encontrar comestible un 50% de lo que había en la bandeja de la cena (el 100% del desayuno). Con el estómago lleno, a las dos horas de vuelo, una luz divina (o el foco sobre mi cabeza) me iluminó. No iba de vacaciones. El cartel de "está saliendo usted de la zona Schengen" no era de atrezo y durante los próximos seis meses la metáfora de la bandeja y el 50% se aplicará a mi nevera llena de productos chinos y desconocidos. En ese momento decidí sacar las dos valerianas y ponerme otro vasito de tinto. Mano de santo.

Siempre nos quedará París

No importa con cuánta antelación comience la maleta: nunca la cierro hasta 20 minutos antes de salir por la puerta. En esta ocasión tuve que hacer trasvase a una más grande, porque la primera pesaba solo 13kg y me niego a regalarle 7kg a Vueling con todo el exceso de equipaje que me han cobrado otras veces.

Afortunadamente, Pau estaba allí. Por supuesto, para desdramatizar y acompañarme, pero también para hacerme sentir mejor con sus 9kg de exceso [comentario maligno]. Al final yo me pasé por 2kg (=16 euros, echa la regla de tres y a Pau le habría salido más barato mandarla por SEUR). Nos tomamos un refrigerio con nuestras respectivas familias en una cafetería de la T-4, con tiempo de sobra pues anunciaron un retraso de 2 horas nada más acercarnos al mostrador de facturación (con Vueling empieza a ser costumbre). Nos despedimos como pudimos, pasamos el control. Siguiente paso: buscar un McDonald's para liberar tensiones y acumular grasas, que dios sabe qué nos darán de comer en París y en Xian. Como no nos quisieron coger el triste vale de comida de Vueling de 8 euros, arrastramos nuestro equipaje de mano hasta un autoservicio caro como él solo, y nos dio para un bocadillo y una bebida. Quizás también habría llegado para el paquete de chicles si la cajera cincuentona malhumorada no nos hubiera timado un euro y pico, pero juegan con el síndrome pre-viaje, ¡qué listos!, estás tan histérico que lo último que te apetece es pelearte y menos con un cajera que hacía dos meses que no se matizaba las raíces.

Odio un poco menos París CDG, mi maleta salió enseguida. Jul aparcó el coche cruzándolo en la acera de Bd. Saint Germain des Près hasta que Álex y Alicia (más un special guest) aparecieron para acoger a Pau en su humilde morada. Tuve la sensación de mamá pato que abandona a su polluelo -en una ciudad cuasidesconocida y con una maleta de 30kg-. También supe que dentro de seis meses habrás crecido tanto que no te voy a reconocer. Y como siempre en las despedidas, en cuanto el coche arrancó, hecatombe.


(Chez les Fouilliart, Sep '06. ¿Me sacaréis en marzo la tabla de quesos?)

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