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北京 (III)


¿Sabéis lo que es el timo de la estampita? Consiste en que vas a la agencia de viajes desde la que salen todos los tour a la Gran Muralla, te compras un pack Tumba del Emperador Ming + Badalin:

1. te dan media hora para ver la tumba (que me perdonen, pero son cuatro pedruscos en medio de un secarral).
2. hora y media para deambular por una macrotienda de jade en medio de la nada que "casualmente" quedaba de camino. Que no hombre, que no es porque los del tour se lleven comisión por las ventas.
3. y para rematar, te anuncian al llegar a Badalin que solo tienes UNA HORA para explorar un trocito masificado de la muralla...

Resultado = cabreo monumental. La comida incluida, ¿eh? Tenía todo una pinta exquisita. Sobre todo esos granitos blancos cocidos en agua y servidos en un bol. Coño, si es arroz. Fue lo único reconocible que vi en nuestra mesa (compartida, por cierto, con otros turistas locales, que empuñaban sus palillos como unos condenados). Os pondría una foto de nuestra cara de felicidad a la hora de la comida, pero mejor os la ahorro. Os anuncio que incluso conseguimos tomárnoslo a risa.

Para ahorrarnos el tiempo de la subida, nos dieron un ticket para un trenecillo que solo a un chino se le puede ocurrir plantar a los pies de una de las maravillas del mundo antiguo.


Todavía sacamos fuerzas para coger el metro y visitar la zona de los JJ.OO. y el famoso "nido". Recomendación: no vale la pena pagar los 80RMB de entrada para ver el interior, porque no tiene nada de particular más que las 4 mascotas hinchables en tamaño gigante y un cutre-espectáculo de luces láser de colores... Muy mal, pifa.


Para cerrar tan intensa jornada, cena en Makya Ame (fuimos en taxi), restaurante tibetano. ¡¡Todo delicioso!! Me declaro fan de la carne de yak.


北京 (II)


1 de enero de 2009. ¿Algo mejor que empezar a recorrer los clásicos pekineses de buena mañana?


Plaza de Tiananmen. Aunque la plaza pueda parecer "despejada" en la foto, en realidad hay un fuerte dispositivo de seguridad para entrar. De hecho, para acceder al vallado y hacer cola para el mausoleo de Mao es obligatorio depositar mochilas y cámaras de fotos en una consigna del otro lado de la calle, momento de pavor en que te cuestionas hasta qué punto es seguro dejar tu reflex de 2000€ -quien la tenga-, quiero decir- en manos de desconocidos. Al final consuela saber que "el Sistema" sigue funcionando, y que la tiranía corta la mano a quien la tenga muy larga; qué mejor disuasorio.


La Ciudad Prohibida. Lo mejor que pudimos hacer fue contratar a uno de los guías chinos que ofrecen sus servicios frente a las taquillas (no sé si le pagamos 100RMB o me lo estoy inventando). Vale que hablara un inglés un poco sui generis, pero se ve que el muchacho sabía de lo que hablaba, nos relató numerosas anécdotas y nos explicó la simbología arquitectónica: lo cuadrado representa la tierra, el marco de las puertas circular es el cielo; hay 9999 habitaciones porque solo dios es la perfección del 10. Dadas las dimensiones de la Ciudad Prohibida, habría sido cansado y hasta tedioso verlo todo por nuestra cuenta.



Almorzamos en una suerte de fast food chino dentro del propio recinto, en cuya carta había clásicos platos de pasta o arroz + verduras o carne. Caro a rabiar (oye, que son chinos pero no tontos), pero devoré el arroz con pollo al curry que dio gusto. En lugar de este fast food hubo un Starbucks de corta vida (metáfora de la invasión yanki en lo más profundo de la historia china).


Parque Beihai. 北海公园 (/beihai gongyuan/). Un lago congelado puede dar mucho juego.



(ojo, qué valiente soy, ¡sin despegar la manita de la cuerda!)

La cena fue en un local al lado del hostal al que ya le habíamos echado el ojo porque tiene menú con fotos (aaaah, qué descanso no tener que sacar el diccionario). Bien calentitos y nutritivos, y a la cama.

北京

Continuamos el viaje navideño en compañía de mis cuñados. La siguiente parada y donde estrenamos el año 2009 es la grandiosa Pekín.


A pesar del rifi-rafe inicial con el taxista del aeropuerto (pensábamos que quería timarnos porque a los 80RMB que habíamos negociado añadió las tasas del aeropuerto), se nos quitaron todos los males cuando llegamos a los hutong, las callejuelas, los restaurantes sucios y el olor a brochetas de cordero hiperespeciadas y picantes... Olía a hogar, a nuestro Xi’an. Un chino viejuno la mar de majo (tiene guasa que siga diciendo “un chino” y no sencillamente “un señor”) cargó nuestras maletas en su bici-remolque y nos llevó a nuestros aposentos en Red Lantern House (sito en ZhengJue Hutong, XinJieKou NanDaJie, dicho asín de carrerilla).

Más típico imposible. Se respiraban años de historia pero ante todo... FRÍO. Narinas anestesiadas y dedos rojos desde el minuto uno. En el patio cuadrado que había que atravesar para ir a la ducha/wc colgaban unas estalactitas que ni las cuevas del Águila. En tales circunstancias, te despiertas a las 2AM con ganas de orinar y, ¿qué eliges, salvar tu vejiga o la muerte? Posiblemente la muerte. Afortunadamente, los chinos están preparados para esta clase de cosas. Por ejemplo, té verde hirviendo que con el contraste te hace una costra instantánea en los labios.太好了!

En Pekín hice nuevos amigos, se llaman sabañones. A -11ºC, dos pares de guantes y dos pares de medias debajo de los pantalones parecen no ser suficientes. Qué horror, no sabía ya que hacer con la hinchazón y el picor en los dedos. Cuanto más me rasco, más me pica. Debo de tener la sangre anormalmente espesa porque todos se quejaban del frío pero yo fui la única que crió sabañones. Francamente, la posguerra española debió de ser jodida.

Por suerte no todo fueron encuentros desagradables, ya que la mitad de 西工大 se vino a Pekín a pasar la Nochevieja en el bar Lotus Blue, uno de tantos frente al lago Houhai (海).

Antes, Vero, Alex, Jul y yo cenamos en el Red Capital Club, antigua residencia de un alto funcionario del Partido. No sé cuánto tiempo caminamos y callejeamos y preguntamos a la gente para encontrarlo porque está rematadamente escondido en la única calle del centro de Pekín a la que no llega el alumbrado público. Hubo un momento de tensión... ¿habrá cerrado el restaurante? ¿Nos asaltarán en la próxima esquina? Ya sabemos todos que Lonely Planet no destaca por estar actualizada...


Pero llegamos. El restaurante es caro de narices, pero valió la pena y lo pasamos muy bien (cuidado si eres alérgico a los gatos porque tienen uno que gusta de restregarse contra las medias de 60den).

La entrada en el año 2009 fue curiosa. Pidieron a escondidas 12 uvas a los del restaurante, salimos escopetados y la cuenta atrás nos pilló en el taxi de camino a Houhai. Me sacaron las uvas, Véro me cantó las campanadas divinamente con ayuda del iPhone (no sé qué historia de que está conectado por satélite y va puntualísimo). Y la cara del taxista mirando cómo engullía mis uvas no se paga con dinero. Qué raros que semos los 外国人 /wàiguorén/...

¡FELIZ 2009 DESDE PEKÍN CON AMOR!
新年快乐! /xin nián kuài le/


[Todas las fotos salvo la primera son de Alex Conrad]

上海


Shanghái, "la ciudad más europea de China", el hormiguero de expatriados, el escaparate de glamur y exotismo, el plano en braillle del colonialismo, la arquitectura vanguardista de estatura ostentosa.

Si me preguntan, diré que me supo a plástico, a decorado en 2D, a precios descarados y tan gratificante como masticar All-Bran.
También cabe la posibilidad de que me atontara el tren Maglev a 436km/h a primera hora de la mañana, que el chirimiri no cesara en toda la tarde a orillas del Bund e hiciera mella en nuestros huesos y nuestra paciencia.

Shanghai no es China, que no se empeñen. La ciudad hoy en día no es más que una urbe de orientalismo descafeinado fabricada a la medida del errático criterio y capricho comercial de cuantos occidentales se afincaron allí a partir del siglo XIX. La Concesión Francesa es un barrio feo, por mucho que tenga un H&M, algún casoplón, relucientes oficinas de acero y cristal y embajadas rodeadas por vallas de cuatro metros de altura. Caminamos un buen rato, plano en mano, intentando buscar algo que valiera la pena ver... y en cierto modo lo encontramos:


La dosis justa de chovinismo y cruasanes calentitos materializada en un único establecimiento. Dios bendiga las franquicias.

Entre los vestigios chinos que resisten están los jardines Yuyuán y alrededores (uno no puede perderse el puesto junto al puente en zigzag que vende gorriones fritos) y el mercado de aves e insectos. Con éstos últimos se dice que hacen peleas y apuestas por el bicho ganador (más económico que los galgos o los caballos...). En las inmediaciones también hay un mercadillo de antigüedades; me enamoré de una gramola, pero dudo que la hubieran aceptado como equipaje de mano.

Hasta llegar a Shanghai, ningún chino me había negado posar para una foto, pero el broncón que me echaron las viejas por preguntar si podía fotografiar los chuletones que pendían de los dinteles fue de órdago. ¿Acaso sería carne de can o de minino? En fin, mi foto la conseguí, pero a 50 metros y con zoom digital. Ahora, que no la publico porque las viejas tenían cara de ser de 3G y Android fijo. No tentemos al demonio.

Como curiosidad, el ice bar en el que hacía menos frío que en la calle, y que encontramos por casualidad volviendo al hostal, a la orilla del río y con chupitos a precio de oro (70 RMB)


Nosotros nos alojamos en el Bee Hostel, Pudong 浦东, en cuyo bar sonaba en bucle el CD con los grandes éxitos de Bob Marley. I shot the Sheriff en el desayuno, en la merienda y en la cena... no ganamos para tiros.

No muy lejos, en el mismo frenético barrio,
el edificio “abrebotellas” y “el Pirulí falso” se erigen rodeados de grúas, entre otras las que erigirán la torre de la Expo 2010, que se prevé que sea la más alta del mundo hasta que las grúas vecinas se piquen y fabriquen otro monstruo.

Cuando uno se sube al Observatorio en la 88.ª
planta de la torre Jinmao 金茂大厦 imagina lo que siente el astronauta al divisar una pelota azul suspendida a lo lejos. Con la nariz pegada al frío cristal quedé hipnotizada por la vista y me sentí muy, muy hormiguita. Diminutas lucecillas hasta donde abarcaba la vista, en todas direcciones, como una maqueta del LA de Blade Runner. Peliculera a fin de cuentas.



[Merci Alex pour les photos nocturnes]

Véro & Alex

(Ahora que vengan a contarme milongas sobre las bufandas y gorros que se parecen sospechosamente a un "miau-miau" pero no lo son...)

Comienza la aventura navideña con mis cuñados galos. ¡Han traído bombones y vino y QUESO DE VERDAD, síiiiiiiii!

La visita en Xi'an se puede resumir en: ruta gastronómica por Xi'an (noodle place, musulmán de East Gate y jiaozi de South Gate), degustación de té y centro comercial de tecnología SAGA, donde Alex se compró la Nikkon D90 con el 18-85mm tras arduas e interminables negociaciones de Jackie, nuestro coleguita chino que por supuesto no se llama Jackie sino Chaojie Wu (me encantan los nombres ingleses que se ponen a ellos mismos).

西安城墙 (I)


La muralla de Xi'an, de 14km, rodea el centro de la ciudad y puede ser recorrida a pie, en bicicleta o en rickshaw.


Los fines de semana por la mañana no es raro ver a grupos de chinos maduritos que juegan a un tira y afloja con una cuerda de 10m de largo, yincanas, o karaoke espontáneo junto a South Gate (¿quién aporta el micro y la tele de 20kg con los subtítulos? Un misterio). Se puede hacer un tanto repetitiva, por lo que no es mala idea apearse por una de las rampas, y recorrer la "Ancient Street", plagada de puestos de artesanos de sellos ex libris, acuarelas, caligrafía (el pincel más grande tiene el tamaño de una escoba), paipáis y guerreros de terracota (gangas en función de tus habilidades para el regateo), así como utensilios de jade, de todo calibre y dudosa utilidad (no hay que perderse el "rodillo quita arrugas" ni la demostración de la vendedora).

Si estás buscando un hostal, es una zona apropiada, centrica y tranquila; no hay expatriado que se resista a los encantos de Park Qin, un clásico (¡en esta ciudad no se encuentra cerveza de grifo tan alegremente!). El Museo Beilin (o "bosque de estelas de piedra"), que también está en los alrededores, mejor dejarlo para expertos fanáticos de la escritura china sobre monolitos de dos metros. De lo contrario, mejor un tiro en la sien.

El epítome del paseo es la siguiente foto: entre el caos, el eterno griterío y el desorden, una ventana a un reducto de paz confuciano... (y en la esquina inferior derecha, yo.)

Yán'an


Devoramos a la hora del desayuno las provisiones de galletas Oreo y ChipsAhoy y pusimos rumbo al la base comunista de Yán'an (bus n.º 3) que fue Cuartel General Revolucionario del partido entre 1938 y 1947, destino final de la Larga Marcha.

La peculiaridad de Yángjialîng (杨家岭), quintaesencia de cuando el comunismo era comunismo, son las moradas rústicas de los altos cargos excavadas en la montaña, que conservan intacto el escaso y austero mobiliario. También el edificio que albergó el primer Comité Central del Partido, donde se produciría el nombramiento oficial de Mao como presidente en la lucha revolucionaria.

Sí, cuesta creer que en esta región de tierra yerma y atmósfera polvorienta Mao encontrara inspiración creativa suficiente para sentarse a redactar sus famosas citas... Antes de volvernos cómodos, todos hemos sido jóvenes.

Pero si algo me impactó en
延安, por monumental y original, fue sin duda Qingliángshan, un "parque" en una colina árida coronada por (cómo no) un templo. Un niño de 11 años se ofreció a guiarnos por el lugar y, malpensados de nosotros, estábamos convencidos de que al acabar nos pediría algo de dinero. Vale, nos equivocamos, y sin apenas darle las gracias pusimos pies en polvorosa de vuelta a la urbe.


Por lo demás, Yan'an es una ciudad fea con avaricia donde los cachorrillos se venden a precio de saldo y una peluquería es una silla y unas tijeras en medio de la vía pública:


Hay gente que se amontona a tu paso, unos con gran sonrisa y alborozo, otros con expresión de extrañeza y pavor, pero al final son quienes aderezan y hacen que la visita a esta ciudad casi irreal valga la pena.¿Dónde más voy a encontrar yo un ciego que me adivine el futuro analizando el canto de su jilguero?

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