Mostrando entradas con la etiqueta Hénán. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Hénán. Mostrar todas las entradas

Golden Week (IV): Lóngmén

Brrrrrrrutal. Siento sonar a anuncio de cereales crujientes con el dibujo de un tigre en la caja, pero después de ver esta maravilla, a 13km de la insulsa Luòyáng, se te queda, inevitablemente, cada de bobo. La misma que al astronauta al ver de lejos una pelotita azul y marrón; eso sí, en una escala diferente, vaya. "The world is just awesome", que dice el eslógan de Discovery Channel (dios mío, veo demasiado la televisión). No extraña nada que fuera nombrado Patrimonio Mundial de la UNESCO.

Cogimos un autobús bien barato (1 o 2 yuan cada uno) en la estación de tren de Luòyáng que nos dejó justo en el principio de una calle con tiendas de recuerdos y artesanía.
Al final de ésta, la entrada a las Grutas de Longmen (Lóngmén shíku, 龙门石窟). Precio: 80 yuan, con acceso a las cuevas de la colina este y la colina oeste, el templo Xiangshan y la tumba y jardines del poeta Bai Juyi.


Me alegro muchísimo de no haber ido a Wikipedia a cotillear fotos de antemano, porque no me habría causado la misma impresión. En Longmen hay más de 100 000 imágenes de buda talladas en la piedra de la montaña a partir del año 493 d.C., con la dinastía de los Wei del Norte (posteriormente, también durante la dinastía Tang), cuyo tamaño varía de un puño cerrado a 17m de altura.

También cabe destacar el expolio desvergonzado de cuantos europeos y norteamericanos pasaron por aquí en los siglos XIX y XX. El 70% por ciento de las estatuas de buda más próximas al suelo (a menos de dos metros de altura) están decapitadas: más fácil de transportar y vender que si te llevas el cuerpo entero. El Metropolitan Museum de Nueva York cuenta con un fresco completo en su colección permanente. Por si esto no fuera suficiente, durante la Revolución Cultural la "guardia roja" de Mao se dedicó en sus ratos libres a cargarse las estatuas que el expolio no había destrozado. Menos mal que había muchas...

Compramos unos pósters de Mao para decorar la casa (¿?) y a punto estuvimos de dormir en la calle porque nuestro avión llevaba retraso. Por culpa de los nervios no pactamos de antemano un precio con el taxista, como suele hacerse para trayectos largos, y el taxímetro marcó 250 yuan... Nunca se debería pagar más de 100 yuan para ir del aeropuerto a Xi'an o viceversa. Nunca mais.


No es necesario pasar por Denfeng para llegar al templo Shaolin (少林寺), situado en una de las cinco montañas sagradas del taoísmo, Song Shan (嵩山), cuna, además, del budismo "zen" que Japón importó e hizo suyo. Su popularidad ha alcanzado tal grado que desde prácticamente cualquier ciudad de la provincia de Hénán salen buses con parada obligada en, aparentemente, la mitad de ninguna parte. El paisaje desde el autobús es agradable, a medida que vamos ascendiendo la carretera se estrecha y por la ventana derecha pareciera que volamos sobre el vacío.

El acceso a la zona es caótico. ¿Cómo se acota una montaña? Para evitar que la gente se cuele sin pagar, en cada camino que lleva al principio de la ruta de Song Shan hay montones de guardias que cortan el paso. Junto a ellos, una mesita de plástico y una sombrilla con publicidad de una marca de refrescos, y dos personas que van vendiendo entradas a 100 yuan (precio único). La entrada da derecho a recorrer libremente los múltiples senderos de montaña (de distintos niveles de dificultad y duración; para que dé tiempo se debe hacer noche) y a visitar los muchos templos que siembran, aquí y allá, hasta los lugares más recónditos de la montaña. También incluye dos demostraciones de kung fu de los alumnos de los distintos centros de artes marciales.



Por muy bonito que sea el Bosque de las Pagodas (era más verde e imponente el de Koja San, 高野山, en Japón), el motivo por el que el templo Shaolin es conocido es que los monjes desarrollaron aquí el kung fu en su forma primitiva, en principio imitando las posturas de los animales en la naturaleza, como método de concentración y entretenimiento, y más tarde como técnica de defensa contra saqueos y ataques. Como indican muchos libros, pues, aquí se juntan devotos budistas con fans de Mortal Kombat.

Para reponer energías, parada técnico-hidráulica en el restaurante budista vegetariano (como quien planta un Starbucks en la Ciudad Prohibida), nuevo y pulcro, y todo muy rico. La "otra" opción era la de siempre: bote de "tallarines exprés" (algún día lo explicaré) o salsichas y patatas hervidas que vendían en la calle.


Mi parte favorita de Song Shan fue la del Templo de los Mil Budas, todos diferentes y con un tono de piel verde azulado poco sano.
Paradójicamente, lo que menos me gustó fue el Templo Shaolin en sí, excepto por la zona de "farmacia" budista, en la venden ungüentos y apósitos contra el reuma, la artritis o sencillamente los hematomas que se hacen los alumnos cuando entrenan a diario.También el budismo, con todo su "dalai lama power" y su "I love Tibet" se ha ido degradando con los siglos. A no ser que el budismo vea con buenos ojos que los jóvenes alumnos pidan dinero mientras ejercitan su cuerpo y mente con posturas imposibles... cualquiera sabe. Pobres críos, al fin y al cabo todo niño debería tener derecho a comerse una buena bolsa de chuches a final de mes para quitar el mal sabor de boca de las contusiones.



A ver si Buda nos resuelve las dudas...

Golden Week (II): Luòyáng

"Un edificio. Dos europeos sin alojamiento. Algo parecido a la recepción de un hotel... Un precio sospechosamente barato para una habitación de ensueño."


De los creadores de Kaifeng y la habitación subterránea, llega...


EL HO(SPI)TEL

"Mitad hospital. Mitad hotel a 180 yuan la noche."
Próximamente en sus carteleras.

Desde ya, en Luòyáng (洛阳):


Cada planta, dividida en dos pasillos. La planta 11, la nuestra, era la de operaciones. Cuando salías del ascensor pasabas por delante de la puerta de un quirófano y una sala de espera para familiares (muy gore), antes de cruzar al pasillo del "hotel" por una puerta corredera que se cierra de 23h a 6h (no sea que se les escape algún paciente atontado por la anestesia que tenga el antojo de ir a despertar a los huéspedes... ¡ay, pillín!). Bajas a la calle y en el ascensor te cruzas con un grupejo que va de excursión a la planta de hemodiálisis, una con cara de haberse bebido 2L de agua para una ecografía y otro con... vaya, una cámara réflex colgada al cuello (si ese no es un huésped es un morboso sin perdón de Dior).

Por lo demás, todo correcto. La habitación constaba de un salón con tres sofás y aparte un dormitorio, también amplio, con un canal de la CCTV ¡¡en español!! Había vistas a bloques de oficinas modernos... y a la izquierda un ala del hospital, ¿por qué los enfermos no corren las cortinas? El hospitel estaba muy cerca de la estación de autobuses y la de tren, y el personal fue de lo más amable con que hemos topado en China, tres mujeres maduritas que pusieron todo de su parte para superar la barrera lingüística. Chapeau por ellas, que eran bien majillas.

De Luòyáng, poco más hay que contar: que comimos en un "McDonald's" de tallarines y que el mercado de noche era una burda copia del de Kaifeng, más pequeño y con mucho menos carácter.

Golden Week (I): Kaifeng


Durante la semana de la fiesta nacional china, con todo nuestro garbo y ganas, nos propusimos hacer una escapadita. Como en tren íbamos a tardar como mínimo 8-10h en llegar a algún sitio interesante, el mismo día uno de octubre por la mañana utilizamos un buscador de vuelos; cuatro horas más tarde nos subimos en un miniavión con rumbo a Zhèngzhou (郑州).

Afortunadamente, el vuelo sólo duró 40 minutos. Y digo bien, porque aquello traqueteaba más que un autobús, y un olor insoportable a orín invadía las últimas filas (en total había 12). Lo "positivo" de este Ryanair a la china es que te daban una botellita de agua, un panecillo y dos galletas. Personalmente, habría preferido que se guardaran eso donde les cupiera y así ahorrasen para arreglar el WC.

Voy a resumir cómo llegamos del aeropuerto de Zhèngzhou (ciudad sin mucho atractivo) a la ciudad de Kaifeng (开封) en: dos buses, un taxi y una especie de rickshaw (un carrito enganchado a un hombre en moto que alcanza la velocidad punta de 5Km/h). No voy a entrar en detalles sobre cómo hicimos cola durante una hora para que los chinos se saltaran la fila cuando les dio la gana. Hoy no, que si no se me agria la entrada. Stop.

El caso es que allí llegamos, y Lonely Planet no se equivocaba, el mercado nocturno es algo que uno no debe perderse. Puestos de brochetas, de pitas rellenas, de dulces, de ropa, vendedores ambulantes de animales, gente por todas partes...

Pero no todo podía ser jolgorio, y llegó el momento de enfrentarse a la cruda realidad: no habíamos reservado hotel. Fue tan precipitado que, francamente, no dio tiempo. Hay que decir que durante el día intentamos llamar por el móvil a varios, pero por algún extraño motivo los teléfonos a veces no funcionan entre provincias, ¡caca! Empezamos probando las direcciones que daba la guía: Kaifeng Binguân (开封宾馆, en un bonito complejo construido por los rusos. ¿Qué hacían los rusos en Kaifeng? Ni puñetera idea), y primera en la frente. Debimos de preguntar en cuatro hoteles (cada cual más pintoresco que el anterior), pateando todo el centro (no había muchos, o desde luego estaban escondidos), y siempre obteníamos la misma respuesta, "meiyou, meiyou". ¡¿Cómo puede ser que ningún hotel tenga una mísera habitación libre?! Claro, rica, se llama Golden Week, o mil millones de chinos de vacaciones a la vez.

Cuando ya nos estábamos planteando volver a Zhèngzhou a probar suerte, o ponernos a llorar para que alguna familia china nos acogiera, entramos en Biànjing Fàndiàn. (En la recepción había cuatro relojes que debían mostrar la hora real de ciudades del mundo. Leí París y noté que algo se me revolvía por dentro. Ninguno de los relojes reflejaba la hora correcta.) 没有,没有。。。(/meiyou/). Me cago en la leche, china. Vamos a llevarnos bien. ¿Ni una sola? ¿Una individual? ¿El cuarto de las ratas? Insistimos mucho, eran las diez de la noche y estaban desmontando el mercado, mal augurio. Se nos debió de ver en la cara que no teníamos donde caernos muertos, porque nos pidió que esperásemos un momento, y descolgó el teléfono. ¡Y qué! Como si a la mañana siguiente nos querían apedrear en una plaza pública, la bolsa de viaje de Fred Perry me estaba dejando manos de carpintero y merecía ser abandonada en una habitación sucia y húmeda. La recepcionista me leyó la mente y dijo "We have room. Underground, ok?". ¿Cómo que underground? ¿Kaifeng tiene metro y no me he enterado? ¿La decoración es muy underground? Pero no. Underground era esto:


Éramos los únicos alojados ahí abajo. Las fotos no hacen justicia. Si habéis visto la película The Vacation os hacéis una idea (sí, últimamente me trago todo lo que ponen en HBO...). Un pasillo "bajo tierra", de las antiguas habitaciones del hotel, siniestro, de película de terror, vamos. Me acordé de las sabias palabras de Barbi: "Che, es cuestión de actitus, os jodés el viaje o lo tomás bien". Cuánto la odio, siempre tiene razón. Pagamos los 200 yuan a la recepcionista antipática con mucho gusto.
Después de tanta tensión, brochetas de cordero a 1 yuan, las de pulpo, calamar y frutti di mare, 3 yuan. Las de insectos y la de culebra, 10 yuan (no es coña). Esas dos últimas lamento mucho comunicaros que no las probamos, no somos Bear Grylls. Tampoco os fiéis del postre: arroz sin azúcar, gelatina... y la salsa esa roja que era amarga... 5 yuan muy mal invertidos, mal, Lola, mal.

A la mañana siguiente, maratón de turismo:
  • Parque Longting (龙亭公园) y Pabellón del Dragón (龙亭)


  • Templo de Yanqing, taoísta (Yánqìng Guan)



  • Shanshan gan Hui Guan, recinto de reunión de comerciantes de varias provincias, construído en la dinastía Qing:


  • Templo del Ministro, budista (Daxiangguo Sí), de los más célebres de China


La visita a Kaifeng superó con creces mis expectativas. De la modesta muralla a las calles contiguas al mercado de noche y al parque Longting, con edificios perfectamente conservados o bien nuevos que imitan el estilo clásico e inconfundible chino, en colores rojizos y verdes; también por haber sido cuna de la primera comunidad judía en China (antiguamente había una sinagoga sobre la cual se ha construido un hospital) y ofrecerme la ocasión de comparar arte budista y taoísta en una misma ciudad, y ponerme delante de una estatua de bronce enorme con un Confucio sentado. Y, por supuesto, por brindarnos la ocasión de disfrutar de una festividad budista ambientada con música en vivo y demostración de aprendices del templo Shaolin...


Caray con los mocosos.

Entradas antiguas Inicio

Blogger Template by Blogcrowds