上海


Shanghái, "la ciudad más europea de China", el hormiguero de expatriados, el escaparate de glamur y exotismo, el plano en braillle del colonialismo, la arquitectura vanguardista de estatura ostentosa.

Si me preguntan, diré que me supo a plástico, a decorado en 2D, a precios descarados y tan gratificante como masticar All-Bran.
También cabe la posibilidad de que me atontara el tren Maglev a 436km/h a primera hora de la mañana, que el chirimiri no cesara en toda la tarde a orillas del Bund e hiciera mella en nuestros huesos y nuestra paciencia.

Shanghai no es China, que no se empeñen. La ciudad hoy en día no es más que una urbe de orientalismo descafeinado fabricada a la medida del errático criterio y capricho comercial de cuantos occidentales se afincaron allí a partir del siglo XIX. La Concesión Francesa es un barrio feo, por mucho que tenga un H&M, algún casoplón, relucientes oficinas de acero y cristal y embajadas rodeadas por vallas de cuatro metros de altura. Caminamos un buen rato, plano en mano, intentando buscar algo que valiera la pena ver... y en cierto modo lo encontramos:


La dosis justa de chovinismo y cruasanes calentitos materializada en un único establecimiento. Dios bendiga las franquicias.

Entre los vestigios chinos que resisten están los jardines Yuyuán y alrededores (uno no puede perderse el puesto junto al puente en zigzag que vende gorriones fritos) y el mercado de aves e insectos. Con éstos últimos se dice que hacen peleas y apuestas por el bicho ganador (más económico que los galgos o los caballos...). En las inmediaciones también hay un mercadillo de antigüedades; me enamoré de una gramola, pero dudo que la hubieran aceptado como equipaje de mano.

Hasta llegar a Shanghai, ningún chino me había negado posar para una foto, pero el broncón que me echaron las viejas por preguntar si podía fotografiar los chuletones que pendían de los dinteles fue de órdago. ¿Acaso sería carne de can o de minino? En fin, mi foto la conseguí, pero a 50 metros y con zoom digital. Ahora, que no la publico porque las viejas tenían cara de ser de 3G y Android fijo. No tentemos al demonio.

Como curiosidad, el ice bar en el que hacía menos frío que en la calle, y que encontramos por casualidad volviendo al hostal, a la orilla del río y con chupitos a precio de oro (70 RMB)


Nosotros nos alojamos en el Bee Hostel, Pudong 浦东, en cuyo bar sonaba en bucle el CD con los grandes éxitos de Bob Marley. I shot the Sheriff en el desayuno, en la merienda y en la cena... no ganamos para tiros.

No muy lejos, en el mismo frenético barrio,
el edificio “abrebotellas” y “el Pirulí falso” se erigen rodeados de grúas, entre otras las que erigirán la torre de la Expo 2010, que se prevé que sea la más alta del mundo hasta que las grúas vecinas se piquen y fabriquen otro monstruo.

Cuando uno se sube al Observatorio en la 88.ª
planta de la torre Jinmao 金茂大厦 imagina lo que siente el astronauta al divisar una pelota azul suspendida a lo lejos. Con la nariz pegada al frío cristal quedé hipnotizada por la vista y me sentí muy, muy hormiguita. Diminutas lucecillas hasta donde abarcaba la vista, en todas direcciones, como una maqueta del LA de Blade Runner. Peliculera a fin de cuentas.



[Merci Alex pour les photos nocturnes]

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