El río Amarillo


29 de noviembre de 2008.

Julien se dirigió a un compartimento con cama dura, en el otro extremo del tren de noche Xi'an-Yan'an. Por razones que se nos escapan, no nos quisieron vender billete para la cuarta cama del compartimento de cama blanda, pese a que quedó desocupada durante todo el trayecto. Miro el reloj del iPod justo a las 00:00 y la primera canción que me felicita mis 22 años es "House of Cards", de Radiohead. Me gustaría descifrar qué significado tiene pero estoy demasiado aturdida decidiendo si planeé este finde fuera de Xi'an para evitar celebrar mi cumpleaños.

Forget about your house of cards
And I'll do mine

Un frío de mil demonios. En la estación de autobús (casi enfrente de la de tren), momentos de confusión al decirnos en la taquilla que no había billetes para el salto de agua del río Amarillo ("Hukou falls") ¡¡hasta la mañana siguiente!! (todo esto a las 7:30AM). Una nube de carroñeros de tour privados nos rodeaba y chillaba sus ofertas. Los que sólo "pasaban por ahí", se agrupaban también en torno a nosotros, a ver qué se cocía. Tenemos motivos para creer que los de las taquillas estaban compinchados con los del tour y se llevaban comisión, y de no ser por un guardia de seguridad de la estación, que se apiadó de nuestras caritas descompuestas, no habríamos encontrado jamás la parada de minibús a Hukou. Confucio tenga en su gloria a esa alma caritativa.

El trayecto de cuatro interminables horas en el traqueteo del minibús fueron pintorescas. Aquello hacía paradas en pleno desierto a recoger a un vendedor de manzanas rojas (¿cómo semejante secarral puede producir el 90% de las manzanas de la región?), o a un hombre con una paletilla de cerdo curada echada al hombro. Hubo incluso un valiente que se sentó cerca de nosotros y nos regaló montones de las clásicas ciruelas secas en envoltorios individuales, como caramelitos, que transportaba en una caja de cartón para vender en Yúlín, en las proximidades del desierto de Mu Us.

El dolor de coxis valió la pena y disfrutamos, con mucho cuidado de no resbalarnos (la superficie de las rocas estaba cubierta por una capa de hielo), del espectáculo de las estalactitas que pendían de las cadenas de seguridad y de la fuerza y estruendo de la corriente del
黃河 (/huáng hé/), frontera natural entre las provincias de Shaanxi y Shanxi.


De vuelta en Yan'an, agotados por tantas horas de transporte, empezó la busca y captura de habitaciones libres donde alojarnos. Tiramos de las direcciones de Lonely Planet peeeeeero la normativa de la zona ha cambiado y a los extranjeros solo nos está permitido pernoctar en el Yan'an Hotel**** (380 RMB por habitación doble). Aunque un poco dolidos por el sablazo, agradecimos los cómodos colchones, las toallas limpias y... el ordenador TFT con Internet en la habitación. En los pasillos se notaba que el hotel se les caía a trozos, lejos quedaban los tiempos de gloria en que los altos cargos del gobierno se daban comilonas en sus salones (también Mao cuando venía de visita). En definitiva, un cuatro estrellas que en España habría sido de dos como mucho, pero que no obstante me alegró la noche con el acceso al correo electrónico, ergo las felicitaciones a tantísimos kilómetros de distancia. Qué narices, ¿en el fondo a quién no le gusta sentirse el ombligo del mundo un día al año?

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