Adiós, Schengen

La familia Fouilliart al completo nos despidió en Noisy le Roi, incluida Zoé.


La terminal E del CDG es mucho más agradable que la vieja. Air France me perdonó el kilo y pico de exceso, y lo que ahorramos lo gastamos en un burdeos para el tutor chino de Jul, Zhang (pronúnciese "yang").
El comandante Neutre(x) anunció la salida puntual del vuelo. Antes de arrancar motores, y "según la normativa china", los azafatos procedieron a la desinfección del avión con un producto "no nocivo para la salud". Ante cientos de miradas atónitas, se pusieron unas mascarillas y recorrieron los pasillos rociándonos con un vaporizador que olía a 300 ambientadores concentrados, con lo cual no sé si mataría virus y bacterias pero por poco nos asfixia.
Quien piense que lo primero que debe merecer nuestra atención en un vuelo largo es la demostración de las medidas de seguridad y la situación de las salidas de emergencia se equivoca: lo que haya en el asiento delantero será clave para las siguientes horas.
  1. Una almohada sucia (sin plástico protector, no había más que acercar la nariz para querer matar a Air France)
  2. Una mantita limpia (esta sí, en una bolsa cerrada)
  3. Tapones para los oídos y antifaz desechable (¿veis? Nos aproximamos al confort)
  4. Pantalla individual con juegos, películas de estreno, música (generalmente mala) y, además, una fantástica opción para ver en directo el despegue y el aterrizaje gracias a una cámara instalada en el morro del avión.
  5. El menú: cena china o francesa y desayuno por la mañana. Bebidas ilimitadas (vino, champán, cerveza... ah, incluso bebidas no alcohólicas).

Me atrevo a decir que lo más entretenido es lo último. Que si ahora pido esto, luego lo otro, espera que pasan el pan, uy casi me como un trozo de plástico ¡ah no! es el filete... Un no parar. De la comida en los aviones no se puede esperar mucho, pero me sorprendí al encontrar comestible un 50% de lo que había en la bandeja de la cena (el 100% del desayuno). Con el estómago lleno, a las dos horas de vuelo, una luz divina (o el foco sobre mi cabeza) me iluminó. No iba de vacaciones. El cartel de "está saliendo usted de la zona Schengen" no era de atrezo y durante los próximos seis meses la metáfora de la bandeja y el 50% se aplicará a mi nevera llena de productos chinos y desconocidos. En ese momento decidí sacar las dos valerianas y ponerme otro vasito de tinto. Mano de santo.

1 Comment:

  1. Julie said...
    lol¡¡¡ no hace nada que te has ido y ya tengo ganas de verte... Me da tanta penita.. Pero por lo que dicen tus fotos del Facebook os lo estáis pasando bien, o al menos el alcohol está ayudando acompañado de un puñado de personas de variopintas nacionalidades... me alegro que todo vaya bien. Escribeme y cuentame cositas que me muero por que me cuentes cuentos chinos.. Besos¡¡¡

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